El sábado antes de tomar en Madrid un avión rumbo a Tenerife Sur vía Barcelona, siguiendo la racionalidad de nuestra economía, me tocó intervenir en una mesa redonda de Getafe Negro: Cosecha negra, los nuevos novelistas de novela negra en España.
Estaban Alejandro Pedregosa, granadino que acaba de publicar su segunda novela, Un mal paso; Gabriela Cañas, periodista de El País que publica la primera, Torres de Fuego; Enrique Rubio con su segunda y premiada novela Tania con i®, Nicolás Casariego que acaba de presentar Cara hueca y yo misma con mi primera novela, El Chef ha muerto. Todos moderados por Lorenzo Silva.
La cosa empezó como era de esperar hablando de por qué elegimos el género negro, también conocido como noir o thriller. En mi caso, creo que me eligió a mí, porque si sumo los ingredientes que más me gustan: temática actual, humor e intriga, es lo que sale.
Y seguimos hablando de literatura hasta que llegó el tema que últimamente ninguna mesa, aunque no sea redonda, deja pasar por alto: el 15 M.
La mayor parte de mis compañeros mostraron su pesimismo frente a mi optimismo irracional. “Esto no va a cambiar” frente a “Algo ya ha empezado a cambiar”. Como dijo Lorenzo Silva, en primera instancia, para comenzar una revolución siempre tiene que haber una toma de conciencia. A lo que yo añado: y un cambio de actitud personal, que se sume a los de otros muchos.
Nada de aquellas revoluciones del XVIII y del XIX, en las que la masa seguía a unos líderes. En el siglo XXI, la tecnología y la acumulación de conocimiento, junto con el desarrollo de las tecnologías, nos llevan al individualismo como grado de expresión máxima. Por eso fracasan los grandes medios de comunicación que siguen actuando como en el pasado, dirigiéndose a las masas. Mientras, triunfa la comunicación a través de las redes sociales, en la que siempre, aunque el destinatario sea múltiple, hay interacción bidireccional del emisor y el receptor como individuo.
No obstante, pese a esta evolución social que nos lleva a plantear un nuevo modelo de revolución o de evolución, comparto con el filósofo Zygmunt Bauman (premio Príncipe de Asturias 2010 y conocido por su concepto del mundo líquido, es decir, en constante movimiento) que falta conceptualizar una ideología nueva que dote de contenido y sentido a las grandes líneas de este movimiento que clama por una democracia real ya.
Trotskismo, marxismo y guevarismo, suenan ya a románticos rockeros del pasado. Y es que, irremediablemente, El Chef ha muerto.
(Las fotos de este post son de Jordi Navarro, autor también de la novela Las cinco muertes del barón airado)