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Violencia género

Los que hemos visto de cerca la violencia de género sabemos que una mujer muerta por 30 puñaladas a manos de su novio no es un caso más. En los diarios se lee que Zulay Lozano ha sido «la primera víctima de violencia de género en lo que va de año en Canarias». Pero es más que la primera del año, porque Zulay es el símbolo fatídico de la violencia que se repite.

Las dos, Zulay y yo, nos amamantamos en la misma tierra, somos del mismo pueblo, Garachico, y del mismo barrio, San Juan del Reparo. Aprendimos juntas solfeo en la banda de música y vimos con normalidad lo que a veces ni siquiera sabíamos que no era normal. «El marido le salió malo», decía mi abuela, y todas asentíamos con compasión por la «cruz que le había tocado vivir a la pobre».

Zulay y yo nacimos en el mismo año y compartimos amigos de la infancia, plaza, juegos y música. Pero con la adolescencia nuestros caminos se separaron, aunque siempre que volvía y la veía, nos saludábamos. Ella me enseñaba a sus hijos (la última vez que la vi aún eran pequeños) y me miraba sonriendo preguntando sin palabras, a las que yo respondía  que «seguía como siempre, sin novio y sin hijos», y me volvía a sonreír para darme un poco de paz a esa amargura del eterno fracaso en pareja.

Gracias a mi prima he sabido que sus amigos hacen una campaña en Facebook con un lazo en el que se la recuerda por esa sonrisa y con la que se quiere concienciar sobre la violencia de género. Los políticos han recordado en la prensa que «hay que denunciar», pero el discurso parece vacío ante el ensañamiento del asesino y la impotencia de la muerte.

La violencia en última instancia lleva a la muerte física, pero la primera señal de violencia está en las palabras, en los gestos y esa es la que lleva a la muerte psíquica. «No vales para nada», «a dónde crees que vas», «menos mal que estás conmigo», «qué harías tú sin mí» son las palabras que atormentan y las que no se denuncian, junto con los gestos de desprecio y el miedo a que no le guste lo que haces, digas o vistas, aunque su juicio no tenga ni criterio ni justicia ni sepas intuir siquiera por qué  un día te da una flor y otro un regañón.

Quiero sumarme a poner conciencia sobre el fracaso de la violencia desde la palabra, con los versos de Desde los tejados:

Encuentro

en todo lugar

de lo que huyo.

La violencia

habla todos los idiomas.

 

Me sumo al Día Mundial de la Poesía con este poema de Desde los tejados, aunque la decoración de interior no sea lo mío…

Desde los Tejados Yanet Acosta

Siempre

me toca

esperar,

poner el té,

preparar el sándwich

y desear escuchar

de ti

lo que nunca oiré.