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Me enamoré de Lascano. Perro viejo, que enamoró a Eva en Crimen en el barrio del Once. Y en su última aparición (Los hombres te han hecho mal) encontré un motivo más: se llama Venancio, como Ven, Ven Cabreira, el investigador privado de El chef ha muerto. Pero emociones coincidentes a parte, esta novela me flipa por su ritmo en presente furioso pero reflexivo, por su estilo que supera las limitaciones del género y porque jode de lo que habla, la trata de mujeres como ganado, y la estupidez del hombre que lo vende y que lo compra.

También me ha marcado por cómo muestra el paso del tiempo de un Lascano que se mira al espejo y dice: Envejecer es una mierda. (Y yo pienso, para él y para mí, da igual cumplir 65 que 35, es una mierda igual). Pero no hay otra que pensar y, entonces, se da cuenta de que:

«El pasado queda atrás, se destruye, se despedaza, se diluye y se revierte. No hay nada más que el presente».

En esta novela, los personajes de Mallo son más violentos que nunca (¿Qué es más cruel, matar a la madre frente al hijo, o al hijo frente a la madre?), pero también, más gastronómicos que nunca.

Lascano cocina para su amante, sin frituras, sin libido:

«(…) echa un chorro de aceite sobre el colchón de hojas (espinacas) y lo cubre con las milanesas, que va seleccionando por forma y tamaño a fin de colocar la mayor cantidad posible (…). Abre la tapa del horno, enciende un fósforo y lo arrima al quemador(…) En unos minutos comemos«.

Y Eva cocina para su madre a punto de morir un risotto y el actual marido de Eva, le cocina su mundo brasileño de carne do sol, moqueca de camarao, paozinho de tata, peixe asado no leite de coco…y ella sólo añora su asado criollo.Y la madre de Eva da en el clavo del paso del tiempo:

«Los viejos vamos de comida en comida. Ya no trabajamos, no arreglamos la casa, no tenemos nada de que ocuparnos, dependemos de los demás para todo. Comer es la última actividad vital que nos queda. El problema es con qué llenar el tiempo entre una y otra comida».

Y el libro se me pasó entre una y otra comida, y ahora, espero el siguiente, como el delincuente, que «está siempre apurado, huyendo de acá para allá».

 

El tamaño sí que importa, sobre todo si se habla de relatos y de leerlos en un bar como los  Diablos Azules (calle Apodaca, 6, Madrid).

Fue una noche mágica, en la que desgranamos el espíritu de Ven Cabreira y El Chef ha muerto.

Aquí uno de los párrafos leídos:

Se distrae pensando en muertes absurdas mientras remonta la calle. Morir ahogado en una alcantarilla de tan solo medio metro de profundidad siempre le ha parecido una de las mejores, claro que morir electrocutado en casa por apagar la vieja lavadora con las manos mojadas tampoco se queda atrás. Una de las más comunes es la asfixia por masturbarse con una bolsa de basura en la cabeza. Esta es una de las muertes estúpidas que más le gusta. Es para morir a gusto. Por eso es la que eligen políticos y actores. Ahora, a lo mejor, se pone de moda la asfixia por pulpo vivo.

Y, de acompañamiento, una copa de vino.

Hay muchos tipos de viaje y casi todos dependen más de quién los haga que del lugar que se visita. Si el que viaja es un turista, en cuanto llega a un destino sólo está pensando en regresar, porque echa de menos su comida, su cama, su casa, sus amigos. Si el que lo hace es un viajero, huye de su realidad y no le importa cuándo regresar, porque realmente no tiene muchas ganas de volver al lugar del que huyó. Y si el que viaja es un canalla, sólo va a golpe de impulso experimentando su misma realidad en todos los lugares que visita. En Ciudad de México, es fácil que el canalla se encuentre con una prima que no conoce, pero con la que conecta como si se conociera de hace años, gracias al tequila y a la mucha cumbia. Por Puebla, lo más normal es que, a falta de amigos y de dinero, termine con algún taxista de marcha, quien ni siquiera le cobra la carrera de vuelta a su hotel. Lo más habitual es que, en plan canalla, sienta que todo le lleva a Lima y, allí, se encuentre con una antigua compañera de trabajo de fuertes convicciones evangelistas. Y lo lógico es que tenga que buscar hotel, porque la canallesca es darwinista. En Miraflores, en la barra de un bar, un canalla puede encontrar a otro y dejarse guiar por sus recomendaciones. Y es así como acaba haciendo un trekking de alta montaña sin tener siquiera ropa de abrigo. En un mercado de copias chinas, un canalla puede encontrarse con más canallas que le venden por lo que quiere lo que necesita y encima termina de marcha con el que le ha engañado en cualquier discoteca para cusqueños en la que no cabe un alfiler. Para el camino, unas botas sin gore tex y una chaqueta totalmente permeable. Debajo de la chaqueta, camiseta de tirantes. Bajo las botas, medias y uñas de rojo. En el camino, pocos grados de temperatura y mucha fuerza de voluntad. Y es que los canallas es lo que más tienen. Fuerza de voluntad para llegar adonde quieren. Por curiosidad. Por saber algo más. Después de alcanzar Machu Picchu, un canalla se toma una botella de pisco en un bar para locales en las afueras de una ciudad turística. Y es que esa era, de verdad, su meta. Llegar donde otros no llegan tan fácil. Al corazón de otros lejanos canallas. El canalla a veces se deja llevar por la infancia y le da por ir al “Titicaca”, el sitio que le hacía reír cuando estudiaba en Primaria. Y de allí, de un brinco a Bolivia, porque está leyendo un libro sobre el Ché, que resulta ser su guía. Y en Bolivia, más que canallas, hay cabreados hostiles, difíciles de convencer en la barra de un bar. De desiertos, altiplanos, montañas, frío y polvo, el canalla se cansa y se le ocurre hacerse un regalo: Brasil. Y un canalla termina por parar en un hostal donde se encuentra con otros canallas. Y se ve a sí mismo. Y en la playa siente frío. Han pasado casi tres meses. Es tiempo de volver y escribir otra novela: Billete de vuelta. Con Ven Cabreira.

Cuando voy a Estados Unidos me engancho con los programas gastronómicos. Uno de los que más me gusta es el de Andrew Zimmern, «Bizarre Foods», de Travel Channel. De vez en cuando me da el punto y entro en su página en Internet a ver por dónde se ha paseado y el otro día me encuentro una receta: Gazpacho.

Toda mi admiración se quedó congelada cuando comencé a leer la lista de ingredientes: zumo de tomate, orégano seco, albahaca fresca, aceite de oliva virgen, ajo fresco, salsa picante Crystal, zumo de limón, vinagre, salsa Worchestershire, tomates fresco, pepinos, pimiento verde y cebolla roja.

Y aunque cada familia tenga su propia receta para la humilde y sencilla sopa fría española y aunque existan muchas variedades dependiendo de los ingredientes (ya iremos por los mil entre las aportaciones de Alberto Herraiz y la Duquesa de Alba escritas por Eva Celada), esto nada tiene que ver con un gazpacho.

Total, que lo puse en mi muro Facebook y Carmen Fuente de Caracol Picante me tomó el testigo: «Hay que decir que al pan, pan y al vino, vino» y puso un comentario. Después me animé yo a poner una receta. Y entonces intervino el historiador y profesor en la NYU,  además de aficionado a la gastronomía, James Fernandez: «Take Back the Soup«; ¡sois ciberactivistas defendiendo el patrimonio cultural español de los insidiosos ataques de la globalización!».

Entonces me puse a mirar las recetas de gazpacho publicadas en otros medios estadounidenses. En The New York Times, la afición por hacer el gazpacho picante se mantiene, así como la de poner ingredientes chocantes: tomates, pepinos, cebolla roja, pimiento verde, pimiento rojo, jalapeños, comino, sal, pimienta de cayena, vinagre y 8 hojas de gelatina.

Seguí con la búsqueda y me encontré que el uso de la  salsa Worchestershire para el gazpacho también se prodiga en el Reino Unido. En el portal allrecipes.co.uk además de la salsa en cuestión, el gazpacho clásico lleva zanahoria, cilantro, zumo de tomate, zumo de limón, vinagre, ajo y aceite de oliva.

En Kansas City la idea es poner azúcar al gazpacho y eso que está hermanada con Sevilla.

Definitivamente, hay que tomar partido y pasar a la acción. Es el momento de explicarnos, porque está claro que cuando hablamos de gazpacho con un estadounidense o con un inglés no siempre estamos hablando de los mismo (algo parecido ocurre con las tapas).

Es el momento del ciberactivismo gastronómico.

Anonymous Gastronomicus.

¿Un nuevo caso de Ven Cabreira después de «El Chef ha muerto»?

Y por si acaso, aquí está la versión seria de la receta del gazpacho en Wikipedia en inglés y en español.

Para el investigador Ven Cabreira, comer es una lata y Rafa Prades [leoman] lo borda con una receta inspirada en el capítulo 8 de «El Chef ha muerto»: «Lata al baño maría».
 
Aquí está como lo explica en «Con los cinco sentidos»:

 

Ingredientes, que según Rafa Prades, no deberían faltar:

  1. Fabes, por la afición del personaje Ven Cabreira de alimentarse únicamente a base de fabada en lata.
  2. Pulpo, el famoso octópodo canalla, más famoso que el pulpo Paul, que mató al chef ¿o el canalla era el chef?
  3. Tinta, negra como la misma novela.
  4. Por último, para una tapa urbana, la presentación debía ser en una lata, recordando las de fabada que calienta Ven Cabreiraal baño maría.

Ingredientes

  • 400 g de fabes
  • 1 pulpo cocido de 500 g
  • 4 bolsas de tinta de calamar
  • Fumé de pescado
  • Pulpa de pimiento choricero
  • 4 dientes de ajo
  • 1 hoja de laurel
  • Sal
  • Aceite de oliva virgen extra (AOVE)

Elaboración

  1. Poner la noche anterior las fabes a remojo en agua fría.
  2. Cocer las fabes, aproximadamente tres horas, en el fumet de pescado, los ajos con un golpe y el laurel. Añadir poco a poco fumet de pescado frío, según se vaya necesitando.
  3. Durante este tiempo menear la cazuela de vez en cuando. No menear con cuchara, así evitaremos que se rompan las fabes.
  4. Quince minutos antes de que se terminen de guisar, retiraremos los ajos y el laurel, añadiremos una cucharada de pulpa de pimiento choricero, la tinta de calamar diluida en un poco de fumé y un chorro de AOVE.
  5. Añadimos por último las patas del pulpo cocido troceadas y rectificamos de sal.
  6. La cantidad final de caldo depende de cada uno, a mi particularmente me gustan con poco caldo y que queden espesitas.

Nota: Este guiso, como muchos otros, está mejor de un día para otro.

 

 

Lucy y Ven están de viaje canalla y gastronómico para la Feria del Libro de Madrid, pero por si acaso allí estaré yo:

29 de mayo

Firma de «El Chef ha muerto» en Caseta 87, Librería Estudio en Escarlata. De 12.00 a 14.00 horas.

10 de junio

Firma de «El Chef ha muerto» en Caseta 100, A PUNTO CENTRO CULTURAL DEL GUSTO. De 19.00 a 21.00 horas.

Y para saber un poco más de esta historia se puede ver lo que sospecha Rafa Prades, infiltrado en el mundo negro gastronómico.

La novela negra gastronómica «El Chef ha muerto» ha salido a la venta el 27 de mayo de 2011 en España. Es mi primera novela y estrena una nueva colección de novela negra de Ediciones Amargord.

Este es el aperitivo:

«El chef más famoso del planeta es un cocinero español. Y ha muerto en una isla de Corea, atragantado con un pulpo vivo. La noticia acapara portadas en todo el mundo, se especula con los nombres de sus posibles sucesores y las circunstancias de su muerte generan dudas: ¿Accidente laboral, suicidio, asesinato? De estas preguntas depende el pago de una póliza de seguros digna de una mega-estrella de fútbol. Y para responderlas la aseguradora contrata a Ven Cabreira, un ex – agente del CESID que odia las florituras culinarias, entre otros motivos, por haber pasado años de su vida repartiendo perritos calientes cuando operaba como enlace español en la CIA. Cabreira es un viudo otoñal que regresa de todas las derrotas y ha perdido el sentido del gusto hace años. Se alimenta exclusivamente de fabada en lata que comparte con su gato Ken, y su única pasión es el cuidado de la colección de Barbies de su difunta esposa. Intentará esclarecer el caso con la ayuda de la inquietante periodista gastronómica Lucy Belda y sus pesquisas lo llevarán a frecuentar las mesas más selectas, y a conocer los intereses, pasiones y rincones oscuros del mundillo de la alta cocina internacional».

¡Qué aproveche!

El Chef ha muerto

AUTOR: Yanet Acosta

TÍTULO: El chef ha muerto

ISBN: 978-84-92560-89-9

TAMAÑO: 13 X 20,5 cm.

ENCUADERNACIÓN. Rústica.

IDIOMA: Español

PÁGINAS: 211

PRECIO: 12€

DISTRIBUIDORA: Distriforma

A la venta en librerías.