La novela negra también es gay: de Highsmith a Susana Hernández

Publicado: 04/07/2013 en Literatura y gastronomía
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Llevo unos días de relectura, en plan viejuno. Y he vuelto a leer Tras los pasos de Ripley de Patricia Highsmith. No es la mejor trama de la literatura negra, pero lo que me sorprende es que pese a todo, su lectura engancha hasta el final. Y creo que lo consigue por el ambiente que describe en segundo plano y por la tensión emocional entre el personaje de Ripley (que se mueve entre lo paternal y el respeto entre colegas del crimen) y el adolescente (que se mueve entre la admiración filial, profesional y amorosa por Ripley).

Toda la novela está cargada de ambiente gay con escenas en bares del Berlín de los ochenta, transformistas e incluso comentarios bastante erótico-amorosos entre compañeros del crimen. Sin embargo, jamás toma el primer plano. Siempre en segundo, pero con intensidad.

Hasta en lo gastronómico, consigue Highsmith que Ripley, ese tío sin demasiados escrúpulos, demuestre su sensibilidad:

“Lleno de desasosiego, Tom Ripley bajó a hablar con madame Annette, que se hallaba enfrascada en la horrible tarea de arrojar una langosta viva a una enorme olla de agua hirviendo. Al entrar Tom la buena señora acercaba el crustáceo al vapor que emanaba de la olla. El animal movió las extremidades y Tom retrocedió hasta el umbral e hizo un gesto para indicar que esperaría en la sala de estar.”

Highsmith rompió con muchos tabúes. Hasta ella, las escritoras no hacían novela negra. Un género de hombres en el que se hablaba de tipos duros. Ahora la novela negra, nada tiene que ver y pienso en una de las últimas que se han publicado en España: Contra las cuerdas de Susana Hernández.

En esta novela las protagonistas son dos mujeres que trabajan como policías, Santana y Vázquez. Una de ellas es lesbiana, pero esto ni afecta ni deja de afectar a la historia, en la que la homosexualidad de una de ellas es parte de lo cotidiano.

Y en la comida,  entre Vázquez y Santana, no hay diferencias (excepto en el postre):

«Comieron como Dios manda en un restaurante de comida tradicional catalana de la calle Bonsuccés, muy cerquita de las Ramblas, y a la vez a resguardo de los típicos restaurantes para turistas que ofrecen paella plastificada y sangría venenosa a precio de oro. Degustaron entremeses variados, arroz caldos o con bogavante, albóndigas caseras con sepia y, de postre, crema catalana para Vázquez y arroz con leche para Santana».

 

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comentarios
  1. lamaga dice:

    Extraños en un tren, próxima lectura. Interesante entrada 🙂

  2. Interrobang dice:

    Siempre he pensado que Ripley era una proyección de la propia autora: de su desgraciada infancia, de su autosuficiencia impuesta, de su particular sentido de la moral y de su homosexualidad y que elige un protagonista masculino para distanciarse de su persona y por que un chico malo es más aceptado que una chica mala…
    Y en cuanto a la comida que citas, cuando la leí pensé: o eran platos minimalistas o menudo saque tienen estas dos! 😉

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