Archivos de la categoría ‘Activismo gastronómico’

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Hoy 9 de octubre de 2013 hace 46 años que murió en Bolivia Ernesto Guevara, también conocido como el Che. Y tal día como hoy hace dos años que estuve en Bolivia, en La Higuera, en aquella escuelita precaria de aquel alejado pueblo en el que murió. Y hoy, hace dos años que aunque este blog tiene como tema principal la literatura y la gastronomía, es una de las entradas más visitadas porque ese lejano pueblo sigue siendo lejano y difícil de acceder. Recuerdo que llegué cuando el sol se ponía y con su biografía escrita por uno de los mejores de la novela negra Paco Ignacio Taibo II (hijo de uno de los mejores periodistas gastronómicos, Paco Ignacio Taibo I). El libro me lo había regalado su hija Marina dos meses antes en México, cuando yo aún ignoraba que el final de mi viaje por Latinoamérica me llevaría hasta aquel santuario en el que ya solo quedan palabras colgadas de la pared.

Les invito a ver las fotos y leer de nuevo aquel post en el que también se habla de la cocina de guerrilla, que también es gastronomía: En La Higuera (Bolivia), 44 años después: el Che ha muerto

Para ilustrar este melancólico post he elegido una foto del fotógrafo español Enrique Meneses, que murió en enero de este año habiendo comido de esas mismas latas.

Clase abierta The Foodie Studies

El activismo gastronómico suena extraño, pero en realidad lo hemos hecho muchos desde siempre. El activismo es una dedicación intensa a una determinada línea de acción en la vida y gracias a las redes sociales, esa línea de acción supera el ámbito familiar para pasar al plano público. Cuando se habla de activismo gastronómico, se habla de impulsar una forma de ver la comida desde todas las perspectivas: social, económica, cultural, ecológica.

Aunque es un concepto más utilizado en otros países, en España hay grandes chefs que luchan por la sostenibilidad como es el caso de Angel León, conocido como El chef del mar, que durante años ha concienciado a muchos colegas cocineros, consumidores y pescadores de que se utilice en cocina el pescado de descarte, es decir, ese que se suele tirar por la borda porque no entra en los patrones comerciales de venta. En esta línea se encuentran también grupos de consumidores, blogueros gastronómicos, agricultores, viticultores y ecologistas.

Este sábado 29 de junio de 2013, de 12.00 a 14.00 horas, en el Food MediaLab Prado de Madrid organizamos una clase abierta sobre activismo gastronómico en las redes sociales. También hablaremos sobre cómo utilizar el inglés en la cocina.

Para abordar el activismo gastronómico, participarán en esta clase los periodistas y gestores de redes Ángel Varela (@niunpez), Alexandra Sumasi (@alexandrasumasi), Raquel Pardo (@Raqueliquida) y Diego Juste (@UPA_prensa). También participará a través de videoconferencia Ángel León (@chefdelmar).

La segunda parte de esta clase abierta la dedicaremos al uso que podemos hacer del inglés para divulgar nuestra gastronomía desde nuestro propio país. Para ello, el profesor Dennis Whitehurst hablará de cómo utilizar el inglés en este ámbito.

The Foodie Studies es una plataforma innovadora de formación y divulgación gastronómica en la que participan periodistas gastronómicos, blogueros, traductores y formadores.

Si te animas a venir reserva tu plaza en info@thefoodiestudies.com

 

No siempre funciona la máxima de Ferran Adrià, aquella de «Crear es no copiar».  Copiar, también puede ser creativo y para mí no hay mejor ejemplo que las cápsulas elaboradas por la firma española Nesul en sustitución de las que utiliza Nespresso.

El caso es que es una copia, según sus propios vendedores, más respetuosa con el medio ambiente, porque están hechas de plástico, en lugar de aluminio, y tienen 15 usos.

Cada cápsula reutilizable las he visto a la venta por 0,85 euros en tiendas donde se tuestan al momento los granos de café que luegos son molidos según requiera el cliente. Así que los tradicionales tostaderos de café pueden seguir animando al cliente a probar un robusta de Uganda o un arábica de Brasil.

Sea como sea, me quedo con que el talento siempre tiene un punto gamberro y que la sociedad creativa le da la vuelta a todo, haciendo algo distinto, disimulando la copia o copiando.

Por cierto, no he podido probar cómo funcionan, porque no tengo máquina de Nespresso…

El próximo domingo, 13 de mayo, celebramos el 1 año del fanzine gastronómico enCrudo. Durante este año han participado con cuentos, poesías, artículos, viñetas, fotos, obras artísticas y dibujos 74 autores, entre periodistas, artistas, músicos, fotógrafos, cocineros, escritores y aficionados a la cultura fanzinera y a la gastronomía vista a pie de calle.

El enCruento enCrudo será en un Txoco del centro de Madrid que abre sus puertas para esta fiesta, a la que, si reservas tu lugar a través del mail paraencrudo@gmail.com cualquiera que comparta esta visión creativa-colaborativa de la alimentación y la cultura, está invitado.

Este fanzine, proyecto de Jacobo Gavira y Yanet Acosta, se ha paseado por el mundo de mano en mano. En blanco y negro y en papel, demostrando que lo único viral es la creatividad.

Es inevitable: los Óscars, los Goya, las estrellas Michelin y los 50 mejores restaurantes del mundo se están convirtiendo en un aburrimiento por lo previsibles que son. Además, aburren por lo poco que nos aportan a la gente a pie de calle. Pues, hace tiempo que vas a ver una peli, no por los Óscars o Goyas que tiene, sino porque está en tu onda o porque alguien la comentó en una conversación de bar o en la Red. Con los restaurantes, pues peor, porque al cine podemos ir casi todos, pero a los grandes restaurantes, con dificultad. De manera, que se convierten en premios onanísticos y, por consecuencia, morbosos.

Y da morbo imaginar que tras el buen rollo de todos los cocineros hay cuchillos afilados y pulpos vivos dispuestos a atragantar al más listo. Y da morbo ver tras el boato, la miseria. Y el cabreo de los franceses, que parecen olvidar que las modas van y vienen (algo que los españoles tampoco podemos olvidar).

No obstante, esta lista de los 50 mejores restaurantes es previsible, onanística y morbosa para la gente que seguimos día a día la gastronomía. Y no hay que olvidar que todavía funciona el efecto Óscar, mediante el que una peli como The Artist llega a ser un fenómeno global. Y así ocurre que restaurantes como los españoles El Celler de Can Roca (2 del mundo), Mugaritz (3), Arzak (8), Asador Etxebarri (31) y Quique Dacosta (40) están en oídos de mucha gente de todo el mundo y se convierten en el deseo de otros muchos. Estos deseos se materializan, según dicen los propios cocineros, en que las reservas no paran. Y, además, se nota en sus caras de felicidad y en sus agradecimientos y en la fiesta. Así que me sumo a la alegría del gran momento español en la cocina mundial. Enhorabuena a todos y a por el primer puesto.

Luis Morote no es una calle y el té chai no es del Starbucks. En la India al té se le llama chai y, el más conocido, es uno especiado que llaman chai masala (es decir, té con mezcla de especias). En el Starbucks usa una mezcla de esencias y siropes en tetrabrik a la que se añade leche y se denomina «chai latte». Aquí el envase de la mezcla, para los que no me crean:

El chai masala original no tiene una receta fija. Depende de cada zona de la India y de cada familia. Lo que sí es esencial es que la mezcla de especias sean de las conocidas como calientes, es decir, de las que incrementan el vata (uno de las tres doshas o humores del ser humano, según la filosofía ayurvédica). Así que para los más auténticos aquí va mi receta casera.

Mezcla un vaso de  agua y un vaso de leche ecológica de vaca o licuado de soja en una cacerola. Machaca en un mortero 3 clavos de olor, 3 semillas de cardamomo y un trozito de rama de canela. Añade el machacado al líquido junto con una cucharada de té negro Assam y una rodajita de gengibre fresco. Lleva a ebullición en tres ocasiones, retirando del fuego la cacerola cuando la leche quiera salirse por el borde. Servir colado y azucarado o amargo.

Aconsejado para días fríos y apáticos, para conseguir volver a sentir latir el corazón.


 

 

El periodista Andreu Buenafuente decidió comenzar su nuevo programa invitando a los tres chefs más conocidos en España Karlos Arguiñano, Ferran Adrià y Juan Mari Arzak, como estrellas del fútbol, que ya hace tiempo que son.

Gracias al programa me enteré del terror de Arzak a los pulpos, por la peli del libro 20.000 leguas de viaje submarino. Y también de que Karlos Arguiñano comenzó en la TV gracias a una noche inacabable de chistes con los que entretuvo hasta las cinco de la mañana a Joan Manuel Serrat y a sus acompañantes en el restaurante de Zarautz.

También, viendo el programa me di cuenta de lo banal que es la televisión por naturaleza y de lo forzado del papel cómico del dúo Adrià-Arzak, un cliché que repiten durante años, quizás, empujados por la propia TV.

El mejor momento, la cata a ciegas hecha a dos de los cocineros, pero, sobre todo, por el inventazo del gorro-antifaz de chef, que, si lo comercializan, seguro puede llegar a ser el emblema de la resistencia gastronómica. Y es que, El chef ha muerto, y, además, atragantado con un pulpo vivo.

A veces tengo la tentación de traerme un poco de Atlántico a Madrid en una botella.  Y no por nostalgia, sino para hacerme unas papas arrugadas como las hace el abuelo de un amigo en Garachico. Nunca me atrevo, pero Rodrigo Lojo, sí.

Al ingenioso gallego se le ha ocurrido meter el agua de A Illa de Arousa no sólo en una botella, sino en un plástico que se puede congelar. De esta forma, presta el frío al marisco que se compre en Galicia y, luego, la solución perfecta para hervirlo.

«El mar no es agua salada», explica Lojo. «Tiene minerales, un ph distinto y no es ni incolora ni insípida. Además alarga la vida del pescado en pescadería si se vaporiza de vez en cuando».

El agua la envasan, tras filtrarla, ozonizarla y pasarla por ultravioleta. Se llama Auga Mareira y cuesta 90 céntimos el litro.

Un proyecto honesto, valiente y loco.

(Pensamientos de cocina y surf del cocinero Pepe Solla, recopilados por Yanet Acosta para enCrudo número 1)

Mar

Me gusta disfrutar, vivir y comerme el mar.

El mar a veces se embrutece y, de pronto, se queda tranquilo y muestra toda su elegancia. Y  la cocina que viene del mar es así: sutil unas veces y convulsa, otras.

El mar te da algo que no te ofrece la tierra, algo salvaje, en lo que no ha intervenido el hombre y eso es lo que más me gusta. Y a mar me sabe el bogavante y el jurel. El bonito, que es sutil y el erizo, que es como un día de mar revuelto. Y la sardina, que sabe a verano. A días largos y a mar.

Surfear

Surfear es un ejercicio de paciencia, de autocontrol. No es subirse al primer tren. Hay que esperar, porque sabes que hay algo mejor. Es más, esto es hasta un concepto de vida para un surfero.

Hay muchos días con olas malas, pero regresas al día siguiente porque a lo mejor viene la buena. Pero también te echas al mar cuando las condiciones no son muy buenas, porque quién sabe si en ese momento te llega la que va a ser la hostia.

Cocinar vs. surfear

Cocinar es otra cosa. En ella,  tú creas, mientras que en el surf, todo depende del mar y del tiempo. Es algo distinto. Al mar no lo dominas. La cocina es el dominio de los tiempos, de la técnica.

La paciencia es lo que marca. La cocina es un ejercicio a largo plazo. No tengo que demostrar hoy que soy muy bueno.

Post-surf

Cuando sales del mar, después de surfear, en lo último en que piensas es en tomar agua. Revolcones, tragos ingratos. Sales del mar porque no hay más tiempo o porque estás hasta las narices de estar en el agua. Pero lo normal es que sea lo primero. Agotaste tu tiempo.

Y, ya fuera del agua, toca hablar sobre la ola. Y esto es más agradable con la cerveza en la mano. Así que, me lanzo al trago de cerveza social.

Sin embargo, en invierno, cuando estás a punto de salir del agua, sueñas con abrigarte. Y la ropa seca es la sensación más agradable que puedes tener, junto con un café caliente que sostener entre las manos.

Cuando llego a casa, abro la nevera y me como una loncha o dos de jamón cocido y un yogur.

Lo dulce. Lo opuesto al mar.

Esta es la entrevista poco ortodoxa a la que sometí a Mikel López Iturriaga para el fanzine gastronómico enCrudo número uno.

ESTATURA

1,85 (si es que no he decrecido en los últimos años)

CIUDAD DONDE NACISTE

Bilbao

CIUDAD DONDE VIVES

Barcelona

PROFESIÓN

Periodista

¿No eres bloguero?

Bueno, periodista y bloguero, para que no se enfade nadie.

EL COLOR DE TUS OJOS

Marrones. Soy del montón.

Tamaño de la boca

Grande, diría yo.

UN UTENSILIO

Las espátulas me encantan.

¿Y eso?

Me gusta raspar lo que hay dentro de un bol hasta que no quede nada.

El último plantón.

El que te he dado a ti hace dos horas.

Lo mejor de su blog es…

Suena raro que lo diga yo, pero la falta de pretensiones y el humor.

Lo peor…

…que a veces se nota que no soy cocinero profesional y meto la pata.

¿Por qué otro libro de recetas?

Es una manera de aprovechar un trabajo que has hecho y darlo a conocer en otro formato, aunque algunas recetas las he cambiado. Darle otra salida a tu trabajo. No es demasiado convencional.

¿Cómo lo consigues?

En cada receta recomiendo un disco para cocinarla, meto mucho humor y apéndices con cosas curiosas como blogs recomendados. El aire general del libro no es tradicional.

¿Pero es un libro para cocinar o para entretenerse?

Es un libro que te puede divertir leyendo, pero es práctico, la intención es que cocines.

UNA CANCIÓN

Una de mis favoritas es “Waterloo Sunset” de The Kings.

¿La puedes tararear?

Tatantatantarararatatantan (se parece poco).

¿Y con qué plato te la comerías?

Con algo muy inglés, algo de bollería inglesa o un pastel de carne.

UN JUGADOR DE BALONCESTO…

Esta es fácil. Mi hermano Juan Manuel López Iturriaga.

¿Qué fue lo último que vomitaste?

Uff, un sándwich club que me comí en Laredo, Cantabria, aunque en plan metafórico, el último post del blog.

¿Y qué plato ha sido el último que ha rechazado en un restaurante?

Un atún a la plancha en Barcelona que sabía picante, no porque lo fuera, sino porque ya estaba poniéndose malo. Lo devolví a cocina, para gran disgusto del camarero.

Una NEVERA ORDENADA TE PRODUCE…

Placer. Mucho gusto. Además me gustaría que la mía estuviera más ordenada.

Para pensar, ¿noche o día?

El día, porque a mí la noche me confunde.

UN LIBRO QUE TE HAYA HECHO PENSAR EN GASTRONOMÍA

Calor, de Bill Buford, un periodista que pasó varios meses trabajando en la cocina de Mario Batali.

LA MEJOR HORA PARA COMER es…

¡La merienda! Lo hago menos veces de lo que me gusta, pero me encanta comer a eso de las siete u ocho de la tarde, aunque después ya no ceno.

GASTRONOMÍA CANALLA ES…

Es un tipo de gastronomía que se sale de lo convencional, que tiene en cuenta la alta cocina como la más popular. Y cuando digo popular no es tradicional, sino la comida del día a día. Aprecia lo que denosta la cocina clásica y los gourmets. En ella caben los bollos y las hamburguesas, sin perder de vista la alta gastronomía.

LA COMIDA VIEJUNA LE PONE…

¡Me pone! Es una relación de amor-odio. Por un lado da pereza, pero tiene un hueco en la memoria. Te recuerda a la infancia o a la adolescencia.

EL TACO QUE PRIMERO LE SALE CABREADO

Hostia puta…

¿Qué harías en un restaurante que aún no has hecho?

Pedir lo más caro de la carta, algo que jamás hago por pudor.

UNA MANÍA

Recoger siempre la cocina. Es superior a mis fuerzas dejar las cosas sin recoger. Tampoco puedo soportar dormir con los armarios abiertos.

UN DESEO

Llegar a poder hacer algo de televisión.

¿Una cocinera?

Carme Ruscalleda. Me encanta su cocina, aunque no esté de moda en el mundo mediático. Su libro “Cocinar para ser feliz”, es uno de los pocos recetarios que jamás falla.

UN FANZINE

enCrudo, seguro.

 

El fanzine enCrudo es un proyecto de Yanet Acosta y Jacobo Gavira. Es una publicación en papel y en blanco y negro. No se compra, se encuentra. Busca uno cerca de ti en http://www.facebook.com/FanzineEnCrudo