Archivos de la categoría ‘Cómic gastronómico y de vino’

cooltureta

El vino por copas está de moda y la ilustración en los libros también. No hay más que mirar el fantástico último libro de Moderna de Pueblo, «Cooltureta» para ver la imagen más deseada del urbanita actual, piernas cruzadas con la copa de vino en mano. Invita a tomar a un vino a los amigos en casa y tras el cine, toma un vino. En la librería-café, toma otro vino. Y después de tanto vino, le da el bajón y lo admite al pedir:

El de la casa, apenas noto la diferencia…

Pero, por fin ha llegado a España el libro que necesitaba, una enciclopedia ilustrada: El vino no tiene misterio de Ophélie Neiman.

Un libro que va de «güay» en el que en lugar de fotos hay ilustraciones. Para acercarse más a su público, el libro incluye una página de recomendaciones para afrontar la resaca, entre ellas la del Bloody Mary al día siguiente…

También habla de «alimentos asesinos» para vinos y que según la autora son las hortalizas, las vinagreta y el ajo…, un golpe en el corazón de un cultureta español porque no podrá acompañar con un vino el trío más mediterráneo y solo porque la autora es francesa y no habla de los vinos del Marco de Jerez, que pueden salvarte la velada y encima brindar la conversación de lo especiales que son.

No obstante, el libro recomienda hablar de vino con frases que supuestamente valen para todos: «vino con carácter», «vino perfectamente vinificado», «vino denso con hermosa capa», etc. Solo que, cuidado, el que está al otro lado puede entender

Unknown

Etienne Davodeau - Rural -  Cubierta

El dibujante francés Étienne Davodeau publicó en 2001 un libro con el que colaboró no solo a ver el cómic como un medio documental y reivindicativo sino también a llevar la vista hacia el campo: Rural. Crónica de un conflicto.

Los urbanitas comemos en los mejores restaurantes y disfrutamos de vez en cuando de un fin de semana en una casa rural o incluso disfrutamos del paisaje desde la ventanilla de nuestro coche, pero nunca pensamos en la gente que hace el paisaje y los productos para que la comida del chef con estrellas esté tan rica. Es más, en general, despreciamos el campo y a quienes se dedican a él, salvando excepciones de gente que se comienza a sensibilizar con la importancia de los huertos urbanos y de la comida ecológica, no solo porque sea más saludable, sino también porque respeta el medio ambiente.

En Rural, el dibujante del que ya en España se había traducido su docu-cómic sobre el mundo del vino Los Ignorantes, cuenta una historia que se repite una y otra vez en el campo en cualquiera de los países llamados «desarrollados». El gobierno decide hacer una autopista, muchas veces ni siquiera es para conseguir más votos y mucho menos para hacer algo bueno para la ciudadanía, sino para generar dinero. Y como siempre, el problema principal es el trazado. Los más poderosos evitan que la autopista pase por sus tierras o destruyan sus casas. Los otros se unen para dar alternativas, se manifiestan, se quejan, pero gana siempre el más poderoso (es decir, quien más dinero tiene).

En el cómic se cuenta parte de este proceso pero también el día a día de tres ganaderos —Olivier, Jean-Claude y Étienne— que producen leche biológica de forma cooperativa y que tienen muy clara una filosofía que arranca del respeto hacia la tierra y la producción y hacia ellos mismos. Aquí dejo algunas de sus frases:

«La agricultura no es una industria».

«Me molesta cuando la gente dice que come bio solo por cuestiones de salud».

«El objetivo de nuestro trabajo es en primer lugar encontrar una manera de producir comida para todos sin perjudicar el medio ambiente».

«Comer y comprar bio debe ser el apoyo a una idea de inspiración colectiva a largo plazo».

«Si todos comemos bio, todos produciremos bio. Y entonces viviremos en un entorno realmente mejor para nuestra salud».

Trabajar en el campo siempre lleva consigo la mala imagen de una esclavitud permanente. Sin embargo, para estos tres ganaderos no hay nada de queja. La unión de los tres hace que el trabajo se reparta y, sobre todo, según uno de ellos el resultado de los «trabajos de la tierra, las siembras, las cosechas, el trabajo de la paja, los partos, los cuidados de los animales y todo lo demás se materializa cuando la leche cae de la ordeñadora cada día».

El cómic comienza con las prisas de quien ajeno a la cadencia de la naturaleza acude a un espectáculo único: el nacimiento de un becerro. En la granja, sin embargo, todo está tranquilo. El trabajo discurre como cada día, solo que con un ojo sobre la vaca que está pariendo. Sus vacas pastan en el campo y producen un tercio menos que las de una ganadería intensiva no biológica. Sin embargo, sus tierras, sus vacas y ellos mismos lo agradecen porque se integran en esa cadencia natural del bienestar. Pero hay que mantenerse firme en los principios para tener claro que no quieren crecer, que con lo que producen es suficiente para vivir bien.

«Rural. Crónica de un conflicto» es un cómic idóneo para leer este año, que la FAO ha nombrado como el año de la agricultura familiar. Frente a las presiones de las grandes industrias de semillas, de fitosanitarios y de transgénicos la agricultura familiar racional y respetuosa con el medio ambiente es casi un acto de heroicidad.

Así que a quienes nos permiten comer bio en la ciudad les dedico este post desde el que podéis conocer las reivindicaciones de la agricultura familiar en este link.

Por cierto, el cómic Rural acaba con unas viñetas memorables que nos dan mucho que pensar:

«La obra de la A-87 acabó. Antes de un segundo puente que se parece al primero están los restos de Bignon. Será rápido. Los verás a 130 kilómetros por hora».

 

O gran suixi

En los años 90 estrenaron en las televisiones autonómicas de España una serie de dibujos animados manga: «El rey del sushi»‘Mister Ajikko’ en versión original) , y que fue traducido al gallego como «O gran Suixi» y al catalán como «Petit Xef». Un niño cocina en el restaurante familiar con el objetivo de ser el mejor. En cada capítulo tiene el reto de hacer el mejor plato ante un jurado. Y los expresivos dibujos mangas son geniales porque los ingredientes se mueven por los aires, los ojos del jurado se encienden, los platos emiten destellos y los buenos siempre se vengan de los malos.

La cocina tiene magia, en la tele, en la literatura, en el anime, en el cómic y en la vida real.

Les dejo un capítulo en el que una vez más, aparece la figura del gran crítico, que como en otras pelis, también de dibujos animados como Ratatouille, es un hombre de cierta edad agotado de comer y que no encuentra lo que busca, un amargado. Y os lo dejo en gallego, porque es una versión genial de doblaje,  que me ha hecho ver un gallego y que se entiende perfectamente.

Y os lo dejo con la esperanza de que en el siglo XXI el crítico pueda ser hombre o mujer y que en lugar de amargarse y amargar a los demás, endulce la vida a los lectores con nuevas experiencias gastronómicas a descubrir. Y por eso es por lo que luchamos desde The Foodie Studies.

 

El arte de volar

El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim, es un cómic que no habla de comida ni de novela negra, pero sí de la visión más negra: la frustración como elemento constante en la vida.

Se trata de la unión de texto y viñeta para contar en poco más de 200 páginas una de las partes de la Historia de España más reciente e importante. El paso de una monarquía borbónica ineficiente a una República insuficiente. La Guerra Civil y la escapada ciega de miles de españoles a Francia donde los internaron en campos de concentración de lo que los sacaron para meterlos en la legión extranjera para luchar contra los nazis o para emplearlos en la esclavitud. Algunos acabaron en otros campos, en los de los nazis, otros en la resistencia francesa. Pero, casi todos -entre aquellos que pudieron sobrevivir- en la decepción y la frustración.

Esta es la historia de Antonio Altarriba, el padre del autor, un hombre que quiso volar y que solo lo consiguió a sus noventa años cuando se tiró de la cuarta planta de la residencia de ancianos en la que estaba pasando sus últimos años de perdedor.

La crisis económica en la que vivió continuamente y la crisis de ideales me hace pensar que los cambios, pese al cambio de contexto, no son tales. Escenas como la de un empleador en los años 30 del siglo XX que le dice «esto es lo que pago, lo tomas o lo dejas», son de lo más actuales.

También está de plena actualidad la violación de los valores humanos e ideológicos por el valor del dinero. Y la sensación de que, hagas lo que hagas, el que gobierna va a seguir haciéndolo a través de la corrupción. Y lo peor, el suicidio ante este desasosiego vital está de plena actualidad. No en los periódicos (sigue siendo tema tabú), pero cada vez escucho de más casos en mi pueblo o en el de al lado y, a veces, jodidamente no son un rumor, sino constatación porque un amigo, un familiar o el pariente de un amigo han acabado con su vida.

La depresión es una de las peores enfermedades que tendremos que combatir en este siglo. En El arte de volar, Kim la dibuja de forma magistral como un topo oscuro que te come el centro del pecho y que se ceba durante años.

Y me resisto a creer que ese topo sea inmortal igual que me resisto a creer en la inmortalidad de la corrupción política, de la crisis de valores y del poder del dinero de unos cuantos,  a los que, curiosamente, alimentamos poco a poco como a ese topo negro en el centro del pecho.

 

Les gouttes de dieu

El manga Les gouttes de Dieu (Las gotas de Dios), publicado originalmente en japonés por Tadashi Agi, pseudónimo de los hermanos Yuko and Shin Kibayashi, en 2004, es mi último descubrimiento en el mundo del cómic.

Es una historia trepidante en la que a cada viñeta la inquietud de un giro del destino de los personajes hacen que el mundo del vino sea aun mas apasionante.

Un reconocido catador de vinos japonés deja en su testamento que el heredero será quien descubra sus “gotas de Dios”, sus vinos favoritos. El hijo único cree que es pan comido, pero el moribundo había adoptado a un reputado enólogo que entra en competición por la herencia.

El hijo legitimo busca la ayuda de una joven sumiller y del camarero de un bar de vinos de Tokio. Trabaja en la gran compañía de su padre, pero nada le es fácil. Es emocional, impetuoso, pasional. Frente al hijo adoptivo, que es calculador, estudioso y certero, siempre subiendo sus gafas con el dedo indice mientras dice algo ya bien pensado. Con novia tigresa y mucha experiencia en la cata.

La noche de Tokio lleva al hijo legitimo a vivir las aventuras del que busca aprender. Romper una botella que luego debe buscar desesperadamente, descubrir que el mejor catador después de su padre vive ahora en la calle, ayudar a un hombre recién enviudado y desahuciado para que su restaurante vuelva a salir adelante gracias al maridaje de vinos y platos.
En medio, historias de amor encuentros sexuales, celos. Envidias, venganzas. Un culebron pero en manga y moderno. Didáctico pero divertido.
Con este manga en Japón muchos de los vinos que mas gustan a los personajes se agotaron y no me extraña porque los venden con las mejores imágenes: un campo de flores que te envuelve. Un campo de fresas silvestres o la espalda desnuda al sol de una mujer solitaria. Una forma de cata muy soñadora y literaria, pero el vino también puede ser así.
En el cómic también se explican elaboraciones, regiones y tipos de vino, especialmente de Francia, de forma muy integrada con la historia y con mucha eficacia.
En las ultimas páginas hay un glosario de términos, explicaciones de la semana y vinos recomendados por los autores. Sorteos de los favoritos y hojas en blanco para que anotes lo que mas te apetezca.

Estas viñetas semanales se han publicado también en Korea, Hong Kong y Taiwan y en 2008 se tradujo al francés, sin embargo, nada se sabe de si será traducido al español.

Maus

Cuando empiezas, a veces, no paras. En Los Ignorantes conocí la referencia de Maus, un cómic Premio Pulitzer en 1992, que marcó un punto de inflexión en la historias de las viñetas. El autor, Art Spiegelman, narra la biografía de su padre, un judío en Auswicht. Caracteriza a los personajes como animales, según su nacionalidad o religión. Los judíos son ratones y jamás pensé que los trazos de las caras de ratones  pudieran ser tan dramáticas.

Muerte y hambre, marcan una historia en la que su autor tampoco escatima en emoción al mostrar a su padre víctima, pero también verdugo por su racismo frente a los afroamericanos.

Son muchas las viñetas impactantes de este cómic, pero una especialmente se me quedó grabada: en un tren, judíos encerrados mueren sin poder salir de él. Unos sobre otros, sin nada que comer ni beber durante días.

«No sabes lo que somos capaces de hacer con hambre», dice el padre al hijo, autor del cómic.

Y es así como se me ha despertado la curiosidad por saber más sobre el hambre: a ver qué dicen los antropólogos en el Curso de Verano de la Complutense.

 

La gente honrada

Los castigos de Víctor Hugo con un Côtes de Castillon 1998, para compensar la sequedad literaria; y Proust o Flaubert con un Sauternes (Château Caillou 1989) es el nirvana. Sin embargo, a Marguerite Duras hay que acompañarla con un Musset, porque con un Gewurztraminer puede ser una «horrible falta de gusto».

Esta es la primera clase magistral de Robert a Phillipe Manche, el protagonista de La gente honrada, una novela gráfica del belga Christian Durieux y el francés Jean-Pierre Gibrat.

Después de Los ignorantes, he empezado una búsqueda que una cómic o novela gráfica y gastronomía y vino. Con este libro, que en España edita Norma Editorial aunando la primera y segunda parte publicadas en el original en francés en 2008 y 2010, me topé gracias a Chus y Alfredo de la librería Burma de Madrid.

Es una historia triste, pero optimista y muy actual. Un tipo, superada la cincuentena, se queda sin trabajo y se hunde en la miseria en un París frío de invierno. El anuncio de que va a tener un nieto le hace cortarse el pelo y la urgencia de su compi de piso de 20 metros cuadrados porque se busque la vida, encontrar un trabajo de camarero. Después de obrero de la construcción y, más tarde, de peluquero.

En esa búsqueda vital se encuentra con un librero que le da al vino, igual que él y con el mismo objetivo: huir de la realidad. Solo que el librero le añade literatura y estética. Y esta es la diferencia. A malos tiempos, buenos vinos y mejores libros, porque aunque sea al peso:

«¡Siempre encontrará algún libro descorchado para usted!»

El gourmet solitario

Después de quedarme enamorada de la lectura de la novela gráfica Los ignorantes, José Ramón, mi amigo fanzinero de Logroño me hizo un regalo grande: El gourmet solitario.

La vida, comida tras comida, en el día a día. Momentos sin más que reflejan la sociedad japonesa a través de sus restaurantes, en los que también hay camareros que contestan aquello tan español de «aquí no hay de eso».
Me gustan especialmente las viñetas que recogen la esencia de cada barrio de Tokio, esas que hacen soñar o añorar esa ciudad que el propio cómic define como «curiosa» en un dibujo en el que un enorme edificio tiene como finca contigua una pequeña casa al lado de un idílico puente.
Es un manga gastronómico, pero el protagonista, un comerciante de vajillas llamado Sr Inokashira, es abstemio. Un abstemio que en ocasiones desearía tomar sólo para no desentonar en los garitos que entra o porque añora su combinación con los sabores (cerveza con gyoza por la grasa, por ejemplo). Pero se confiesa: soy el prototipo de japonés que no puede tomar alcohol (por compulsivo).
Las viñetas despiertan el apetito, seducen en blanco y negro, entre las volutas del vapor que desprenden los platos y las onomatopeyas: Mmmñam, argslurp y tchak (¡el sonido de los palillos!).
El protagonista disfruta de la comida hasta en su último episodio en un hospital al que llega con las costillas rotas por un accidente en el trabajo. Su vecino de habitación apenas puede sorber, pero se apura en tragar lo que puede. Entonces, piensa:
«Comemos, luego existimos. Así es la vida».

Los ignorantes de Étienne Davodeau

Fue en Burma donde me dijeron que tenía que leerlo. Y he tenido que rendir mis prejuicios al mundo del cómic. Esta historia es fascinante. La pasión de un viticultor , Richard Leroy, y la de un autor de cómics, Étienne Davodeau, se unen en unas páginas intensas, en las que he aprendido mucho de la esencia del vino y de la pasión del que escribe y dibuja.

Las viñetas, finas, elegantes, transmiten emoción y los textos son la mejor explicación del proceso del vino que he leído.

Por boca del viticultor Richard Leroy he leído las mejores impresiones de qué debe ser un productor de vinos, un profesional o, simplemente, una persona:

«Un viticultor es bueno si entiende y acepta la individualidad de su terreno».

«Lo importante es sentir la lealtad y el placer del tipo que ha hecho un vino o un libro».

«Me niego a que lo biológico sea un criterio comercial para mis vinos».

Richard es  un bebedor de vinos, que prefiere tomar ostras con agua que un mal vino. Sin embargo, deja muy claro que hay muchos que sólo son bebedores de etiquetas, como también hay otros muchos que entienden el libro como un soporte de firmas.
En el cómic, los dos protagonistas, el autor Étienne y Richard, se pasean por varios viñedos franceses y por varias casas de autores, ferias de cómic y editoriales.
En los viajes se dibuja el paralelismo de una profesión y otra, porque tienen en común una pasión y respeto que marcan el resultado final, con el que se consigue, por encima de todo, la satisfacción propia.
En el cómic se cuenta con mucho humor qué es la producción biodinámica, un método que ha convencido a muchos viticultores por los resultados y que a mí me parece muy similar al tratamiento que se hace con la homeopatía en humanos. Dosis reducidas de metales o de otros componentes para reforzar la conexión de la vid con el suelo y la luz y conseguir así, su dinamismo, su viveza.
«Esto de la biodinámica es muy subjetivo. ¡Pero es que todo es subjetivo en el vino!».
También aparece en este cuento un editor, que es el que cualquier autor sueña, uno que dice:
«Yo no juzgo las obras, simplemente me emociono».
«Una editorial es una empresa que produce libros. Un libro es una cosa extraña porque son ideas, sentimientos, algo frágil y complicado. No se hacen libros como si fueran neveras o coches».
Después de leer Los ignorantes, entendí que el vino es tierra, aunque tenga la personalidad de quien lo haga. Y además, tuve que aceptar mi ignorancia: los cómics también son grandes historias.