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O gran suixi

En los años 90 estrenaron en las televisiones autonómicas de España una serie de dibujos animados manga: «El rey del sushi»‘Mister Ajikko’ en versión original) , y que fue traducido al gallego como «O gran Suixi» y al catalán como «Petit Xef». Un niño cocina en el restaurante familiar con el objetivo de ser el mejor. En cada capítulo tiene el reto de hacer el mejor plato ante un jurado. Y los expresivos dibujos mangas son geniales porque los ingredientes se mueven por los aires, los ojos del jurado se encienden, los platos emiten destellos y los buenos siempre se vengan de los malos.

La cocina tiene magia, en la tele, en la literatura, en el anime, en el cómic y en la vida real.

Les dejo un capítulo en el que una vez más, aparece la figura del gran crítico, que como en otras pelis, también de dibujos animados como Ratatouille, es un hombre de cierta edad agotado de comer y que no encuentra lo que busca, un amargado. Y os lo dejo en gallego, porque es una versión genial de doblaje,  que me ha hecho ver un gallego y que se entiende perfectamente.

Y os lo dejo con la esperanza de que en el siglo XXI el crítico pueda ser hombre o mujer y que en lugar de amargarse y amargar a los demás, endulce la vida a los lectores con nuevas experiencias gastronómicas a descubrir. Y por eso es por lo que luchamos desde The Foodie Studies.

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Es difícil encontrar buenas pelis gastronómicas y creo que La cocinera del presidente (Les saveurs du Palais), lo es. La historia se centra en Hortense Laborie (Danièle Mazet-Delpeuch), quien cocinó para el presidente francés Mitterrand en los 80s.

El guión no entra en profundidad en la vertiente más política o personal, sino que toma su lucha por hacer su propia cocina tradicional y aparentemente sencilla frente al poder de los cocineros (hombres) que mandan en las cocinas centrales del Eliseo y frente al protocolo del palacio.

Tiene mérito, que sólo con la trama de cómo cocina y qué es lo que hace, se mantenga el interés del espectador. Todo ello gracias a imágenes que entran por los ojos, primerísimos planos dignos del mejor porn food.

Según comenta la propia cocinera, la película, aunque no recoge la realidad tal y como fue, sí que transmite cuestiones muy reales como la del machismo en las cocinas, por eso, ella considera que es una película que «habla de cocina hecha por mujeres valientes«.

En las primeras escenas, el guionista hace un anacronismo: muestra a la cocinera instrumental de cocina como la Pacojet o la Gastrovac, pese a que no estuvieran inventados en ese momento. Supongo que como recurso fácil para enfrentar cocina tradicional a moderna. Un tópico poco contemporáneo, me parece.

No obstante, en el guión hay mucho de filosofía gastronómica. La primera vez que la protagonista tiene que cocinar para el presidente, decide al vuelo el menú según ve los productos que hay. El maître le pregunta por los platos. Ella contesta que el primero será un revuelto acompañado de setas y después, un repollo relleno de salmón de Escocia y zanahorias del Valle del Loira:

«Me gusta que las cosas vengan de algún sitio».

De postre, la tarta Saint Honoré con la crema de la abuela, que es además de su favorita, todo un símbolo, pues el palacio del Elíseo está en la calle Saint Honoré, 55.

Estas primeras escenas de cocina, en las que ella susurra paso a paso la receta mientras la prepara son, directamente, comer con los ojos. Nunca un repollo relleno me pareció tan seductor.

Diez años después de cocinar para el presidente, la cocinera se fue a la Antártida. Allí dejó huella y en la película se puede ver el menú que preparó de despedida tras un año en la estación internacional. Y la imagen lo vuelve a conseguir: pese al cambio de escenario los platos se vuelven a comer con los ojos. Foie gras, magret con patatas a la Sarladaise con trufa del Périgord y, de postre, por supuesto, tarta Saint Honoré.

En la película también entra en juego la lírica de las recetas antiguas. El presidente es un forofo de un recetario firmado por el cocinero francés del siglo XIX Edouard Nignon, que entiende las recetas como historias, poemas o novelas.

A la cocinera del presidente la llamaban Madame Du Barry, el nombre de la amante de Luis XV. De esto, nada se ve en la peli, pero el personaje interpretado por Catherine Frot, es pura elegancia y feminidad, con sus camisas, collares y tacones. Nada de chaquetillas de cocina.

En el momento más íntimo entre la cocinera y el presidente, ésta le prepara una tostada en la que unta una mantequilla de trufa que se derrite a medida que se extiende con el cuchillo sobre el pan crujiente. Y la peli lo consigue: parece que todo huele a esa trufa.

Al salir del cine dan ganas de dar un mordisco a la tostada o a cualquiera de los otros platos. Así que, por si hay ánimo, aquí están las recetas que se pueden encontrar en su libro Carnets de cuisine du Périgord à l’Elysee y que aparecen en la película, como la famosa crema de la abuela para la tarta Saint Honoré, el repollo relleno de salmón, La Chaudrée Charentaise o la tarta de chocolate de Julia.