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La poeta Olaia Pazos lee en El Dinosaurio todavía estaba allí

El Día del Libro me gusta celebrarlo paseando, viendo, ojeando y escuchando. Así que primero me paseé por el centro de Madrid (Gran Vía, Callao y Sol). Puestos en la calle, pocos mirando y menos comprando.

¿Es la crisis económica o es la crisis del libro? ¿O son las dos?

La noche la pasé en la Librería Burma, y allí, aunque menos movidos que el año pasado, sí que se vendían, sobre todo, cómics y novelas gráficas.

Y más tarde me fui a El Dinosaurio todavía estaba allí. Lecturas de poemas y de relatos cortos. Una gran parte de los participantes eran escritores y poetas publicados. Y una gran parte de los espectadores, también eran escritores y poetas publicados.

Allí se venden libros, pero anoche, se vendieron sobre todo cervezas. Y los poemas y relatos se leyeron casi todos sin papeles, desde el móvil.

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Una lectura de El chef ha muerto y algunos relatos de Noches sin sexo animaron la tarde de sábado en la librería Burma de Madrid. Una tarde que compartí con autores como Ezequiel Teodoro, Roser de Letras Propias, algunos compañeros de Tinta de Calamar, algunos fichajes de Ampuero, amigos y vecinos de Lavapiés, como la actriz Margarita, y otros lectores-creadores, que somos todos los que disfrutamos de la literatura.

Además, los ajos vengativos repitieron y los detectives que más nos gustan salieron a flote: Carvalho y Lascano. Pero, sobre todo, una tarde en la que me encontré con Chus y Alfredo, que, pese a lo difícil que se pone todo, lo tienen claro.

Cuando le comenté a Chus que por qué no el estilo tan de moda de combinar cafetería, tapas y libros, me contestó con la determinación que llega al corazón:

«Yo quiero ser librera. Si hubiese querido montar un bar, lo hubiese hecho».

Tras caer rendida a su honestidad, pedí consejo a los libreros y me llevé una novela gráfica que estoy devorando. Se llama «Los ignorantes».

Ginebra, en invierno, huele a queso fundido y vino caliente. Bajo la imagen de ciudad de miles de organizaciones gubernamentales y de entidades bancarias se encuentra también un sabor popular de pequeña ciudad.

Muy cerca de la plaza de Plainpalais, el centro neurálgico de la ciudad, se encuentra la librería Albatros. Rodrigo Díaz Pino, un peruano instalado en Ginebra hace 20 años, la regenta desde 1996.

Cientos de libros en español en una ciudad en la que vence el francés, el alemán y el inglés, pero donde siempre se encuentra a alguien con ganas de hablar en español.

Albatros es librería y editorial, pero, sobre todo, centro de encuentro de hispanoparlantes que disfrutan del ambiente cálido de este oasis  de la literatura en español en Ginebra, en el que también ha encontrado su lugar El Chef ha muerto.

 

 

Si hay visita obligada en Barcelona para una canaria que vive en Madrid es la Barceloneta, donde, por lo menos, se puede ver el mar. Pero si encima es fan de la novela negra, la visita es imprescindible. En la calle de la Salt está una de las mejores librerías de literatura negra de España: Negra y Criminal.

Y allí que me planté el viernes, sin avisar. En la mesa de las novedades, bajo el santuario privado de la librería, El Chef ha muerto.

Y cuando me iba, Paco Camarasa y Montse Clavé me convencieron: tenía que regresar el sábado a su sesión de mejillones.

Entonces recordé el mailing que siempre me llega de la librería invitándome a esos sábados y que siempre me dije: alguna vez iré. Total, cambié el billete del AVE y el sábado repetí. No me arrepentí.

Lo primero fue una sorpresa y un honor. Montse Clavé me «invistió» con la camiseta «Negra y Criminal» como una más del club de escritores de la librería.  Sus palabras fueron: «menos mal que entra una chica más a la novela negra, que todos son tíos».

Después me dejé llevar por el aroma de los mejillones, el vino tinto y la conversación casual con lectores, escritores, dibujantes, aficionados. Divagaciones  sobre la vida con psiquiatras gourmet y vividores canallas y curiosidad por descubrir qué dice en ruso la portada de este libro:

Los libreros, siempre atentos: «¡Aquí está la edición de «El Pato de Pequín» que estabas buscando!» «Para el verano lo mejor es..» «Creo que te va a gustar…». Y el librero también atendió mi petición: «El topo a la luz del día» del periodista gastronómico Pau Arenós, editado en 2003.

Está claro. No hay nada como el librer@. Te conocen, conocen el género, te aconsejan, te animan, te presentan, te conectan, te miman. Es tiempo de volver a la esencia, a la librería de los libreros, a Negra y Criminal, esa que se une a ti como el potente sabor a mar de los mejillones de roca del Mediterráneo.