El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim, es un cómic que no habla de comida ni de novela negra, pero sí de la visión más negra: la frustración como elemento constante en la vida.
Se trata de la unión de texto y viñeta para contar en poco más de 200 páginas una de las partes de la Historia de España más reciente e importante. El paso de una monarquía borbónica ineficiente a una República insuficiente. La Guerra Civil y la escapada ciega de miles de españoles a Francia donde los internaron en campos de concentración de lo que los sacaron para meterlos en la legión extranjera para luchar contra los nazis o para emplearlos en la esclavitud. Algunos acabaron en otros campos, en los de los nazis, otros en la resistencia francesa. Pero, casi todos -entre aquellos que pudieron sobrevivir- en la decepción y la frustración.
Esta es la historia de Antonio Altarriba, el padre del autor, un hombre que quiso volar y que solo lo consiguió a sus noventa años cuando se tiró de la cuarta planta de la residencia de ancianos en la que estaba pasando sus últimos años de perdedor.
La crisis económica en la que vivió continuamente y la crisis de ideales me hace pensar que los cambios, pese al cambio de contexto, no son tales. Escenas como la de un empleador en los años 30 del siglo XX que le dice «esto es lo que pago, lo tomas o lo dejas», son de lo más actuales.
También está de plena actualidad la violación de los valores humanos e ideológicos por el valor del dinero. Y la sensación de que, hagas lo que hagas, el que gobierna va a seguir haciéndolo a través de la corrupción. Y lo peor, el suicidio ante este desasosiego vital está de plena actualidad. No en los periódicos (sigue siendo tema tabú), pero cada vez escucho de más casos en mi pueblo o en el de al lado y, a veces, jodidamente no son un rumor, sino constatación porque un amigo, un familiar o el pariente de un amigo han acabado con su vida.
La depresión es una de las peores enfermedades que tendremos que combatir en este siglo. En El arte de volar, Kim la dibuja de forma magistral como un topo oscuro que te come el centro del pecho y que se ceba durante años.
Y me resisto a creer que ese topo sea inmortal igual que me resisto a creer en la inmortalidad de la corrupción política, de la crisis de valores y del poder del dinero de unos cuantos, a los que, curiosamente, alimentamos poco a poco como a ese topo negro en el centro del pecho.