En 1963 el director Mark Robson adaptó al cine El premio Nobel de Irving Wallace con Paul Newman de protagonista, un escritor estadounidense que recibe el más prestigioso galardón mundial.
En el encuentro con los periodistas, el escritor, que no olvida el dry martini en casi ninguna escena y que hace seis años que habla de una nueva novela que nunca acaba, se descubre. No la está escribiendo ni va a hacerlo. Un periodista pregunta:
-¿Cómo se ha ganado la vida estos años?
-Con las novelas policiacas.
-Pero, ¿cómo es posible que el autor de grandes novelas escriba…?
-Bajo pseudónimo, claro, y no lo voy a desvelar. Tengo habilidad para adentrarme en en misterio de los seres humanos.
En lo gastronómico, lo suyo es el cóctel y el derecho a la inconsciencia:
– Mi tercer dry martini y aún no he desayunado.
Como se ve, cuestión de reputación.
La repusieron el otro día. ¡Qué buena!. Casi no la recordaba porque hacía años que no la veía y pasé un rato estupendo.
Respecto a la reputación…¡qué duro es mantenerla!. Tanto la buena como la mala reputación nos preceden y no siempre estamos a la altura. Nadie somos seres de una sola faz, a todas horas del día!. Así que si lo suyo es mantener la condición de alcohólico, tenga o no ganas: tres martinis al coleto y a seguir marcando muescas en el revolver del vivir al límite.