“La mejor definición del hombre es la siguiente: un bípedo desagradecido”
Así lo piensa un personaje literario que bien podría pasearse actualmente por cualquier ciudad del mundo. Sin embargo, pertenece a un funcionario frustrado, cínico y arrogante que vive en la Rusia de mitad del siglo XIX. Este personaje habla directamente a los lectores desde un sótano de la mano de Fiódor Mijáilovich Dostoyevski.
Cuando se nombra a Dostoyevski siempre se piensa en: Crimen y Castigo o en Los Hermanos Karamazov, dos grandes y voluminosas novelas. Pero, una de sus obras más ágiles y rápidas, y no menos profunda, es Memorias del subsuelo.
Dostoyevski escribe Memorias del Subsuelo en 1864. Es el monólogo de un personaje que se dirige irreverente a los lectores. Sus palabras desnudan a un ser cínico y arrogante que se queda en los paños menores de la cobardía.
El protagonista se pregunta
“¿de qué puede hablar un hombre honrado con la mayor satisfacción?»
Y la respuesta es, inevitablemente:
«de sí mismo”.
El escritor ruso habla en Memorias del Subsuelo de la superficialidad impuesta socialmente, diciendo:
“para la vida humana común y corriente, vasta y sobra con una conciencia ordinaria”.
Pensamientos modernos y reveladores en este relato corrosivo y sarcástico.
Otra de las cuestiones que revela Dostoyevski es la estupidez de la venganza, ya que, cualquiera que la alimente:
“durante 40 años seguirá recordando su ofensa y, además, al recordarla irá añadiendo detalles más bochornosos, agitándose y reconcomiéndose con ayuda de su imaginación y así, simplemente, sufrirá cien veces más, que su propia víctima”.
Aunque, a veces, parece que es la propia sociedad del siglo XXI la que se inspira en esta novela del XIX. Su frustrado protagonista siente cómo se muere miserablemente y dice:
“No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado; no he conseguido ser guapo, ni perverso; ni un canalla, ni un héroe…, ni siquiera un mísero insecto. Y ahora termino mi existencia en mi rincón, donde trato lamentablemente de consolarme (aunque sin éxito) diciéndome que un hombre inteligente no consigue nunca llegar a ser nada y que sólo el imbécil triunfa”.
Aquí el archivo sonoro:
¡Qué lucidez la de Dostovyeski!. ¡Qué grandes verdades!. ¡Y tan vigentes!. No lo he leído pero lo haré.
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