Javier Reverte es una de las personas más atrevidas que conozco. No sólo porque casi lo matan en su intento de recorrer el Nilo y porque estuvo a punto de la muerte al contraer la malaria persiguiendo el sueño del Amazonas, sino porque nada más llegar al restaurante japonés “Janatomo” desafía al sonriente camarero pidiendo sashimi de pescado fresco que no sea de piscifactoría y, de acompañamiento, un vino tinto clásico de Rioja.
-Combinar sabores, ¿una entelequia?
Es una necesidad: ¿resulta incompatible una copa de champán con un beso?
-Comer cuando los demás no comen…
Tiene la ventaja de que eres el único que hablas y nadie te interrumpe, que es lo que que nos gusta hacer a casi todos.
-Algún país que evoques por lo que probaste.
La antigua URSS, por una degustación de caviar sobre un cuerpo de mujer.
-Otro que te produzca repugnancia nada más pensar en lo que te tuviste que tragar…
Guinea Ecuatorial: mono frito.
-Viaje sabe a…
Aventura
-Y río a…
Libertad
-¿Se come la poesía?
Hay poetas que son imposibles de digerir, como el mono frito. Pero no los nombro.
– ¿Por qué siempre Rioja?
Tiene el punto de suavidad y elegancia que prefiero frente a otros vinos. Sobre todo, el Muga.
(Aviso y reflexión para Muga: comparta la caja de vino que le enviará al autor con estos fanzineros. Prometemos sortear alguna botella entre los fieles lectores).
(Entrevista realizada por Yanet Acosta para el fanzine enCrudo número cero)