Es algo complejo encontrar novelas negras que transcurran durante la Navidad, fin de año o Reyes. Una de las últimas que he leído que trae de fondo estas fechas es Cuentas Pendientes de Susana Hernández.
Ella es una novelista que disfruta comiendo. En alguna de sus novelas anteriores se nota, pero en su última obra, Cuentas pendientes, «sus chicas» como las llama ella se ponen gastro a tope. Son Santana y Vázquez, dos polis de Barcelona siempre con mil líos y que en esta nueva entrega, su autora las desnuda para verlas en su lado más humano. Quizás por ello, también más gastro-alcohólico.
En esta novela pederastia, criminalidad adolescente y suicidios de chicos ponen los pelos como escarpias también a estas «chicas» que además se las tienen que ver con venganzas, desamores, celos e investigaciones internas.
La marquesa (o sea Vázquez) está deprimida. Tiene un noviete al que le prepara la cena y al que espera pelotazo tras pelotazo hasta que la tira a la basura.
Para recordar, una metáfora alcohólica dedicada a una ex-…
«Nerea era como un vino espumoso. Se subía muy rápido a la cabeza y dejaba para el recuerdo mal sabor de boca y una resaca abominable».
… y una receta a ritmo de jazz de una novia que espera a su novia:
(…) empezó a preparar la cena. Puso los espirales a hervir, ralló el parmesano, cortó el salmón en dados y lo colocó sobre la plancha humeante.
Una novela inquietante para una de estas tardes de domingo posnavideña: Cuentas pendientes de Susana Hernández.