La novela negra me parece el mejor género para entender la sociedad. En un viaje a China me llevé «Muerte de una heroína roja» de Qiu Xiaolong y fue toda una revelación. Entendí lo que eran los cuadros del partido. Y, por supuesto, fue una de las mejores fuentes de información gastronómica.
El inspector jefe Chen Cao es un gourmet de tomo y lomo. Nada que ver con Ven Cabreira de «El Chef ha muerto«. Y lo demuestra nada más comenzar la novela con uno de los platos más exquisitos y enrevesados de la cocina china: el pollo al mendigo, una receta que se supone que nació «cuando un mendigo cocinó un pollo envuelto en hojas de loto y arcilla enterrándolo en un lecho de brasas».
Y de ahí, a la realidad del día a día. El desayuno en familia: «sopa de fideos con carne y unas cuantas cebolletas». Dim sum callejeros y fideos, más fideos.
Con esta novela aprendes que la denominación genérica «té» es vacía: para cada momento hay un té. Y no sólo hay variedades (Oolong o Wulong, la favorita del inspector), sino también de servirlas, como el té gongfu, propia de «sibaritas».
También se aprende algún truco para mantener los cangrejos de río bien alimentados hasta su muerte. Conservarlos en cubos llenos de sésamo. «Así no pierden peso. Es un alimento muy nutritivo para ellos» (punto perverso que tiene la cocina).
La novela transcurre en Shanghai, pero también corren por ella aires de otras regiones de china, como de Guangzhou, conocida por «su imaginación desbordante: sopa de serpiente, estofado de perro, salsa de sesos de mono, … o platos preparados a base de gato salvaje o rata de bambú. Con los animales vivos expuestos en las jaulas, los clientes no tienen dudas acerca de la calidad de sus platos».
Los nombres de los platos chinos, esconden siempre leyendas. Como los fideos Cruzando el puente de piedra o Batalla de tigre y dragón. Atemporales, pero efectivas y literarias. Legado de una rica cultura de tradición oral.