Un día, en el comienzo de la campaña electoral por la presidencia del gobierno de España, me levanté con los tweets de Rajoy y Rubalcaba sobre sus desayunos. El político del PP tomó kiwi y pan con aceite y, el otro, el del PSOE, algo de fruta. Ayer, antes del debate del cara a cara por las elecciones del 20-N, se afanaron por mostrar en Twitter lo que comían.
Rubalcaba pollo con ensalada, kiwi y poleo (más que sano, me parece algo hospitalario). Rajoy, jamón ibérico (Ojo a la foto, porque el plato intacto parece parte del decorado con los candelabros, el papel pintado y ningún ordenador).
Una vez más, sólo puedo decir que la comida también es propaganda.
Inevitablemente me viene a la cabeza aquello de «Aquí se come lo que Dios manda». Las lentejas de los viernes, la paella de los jueves, el cocido del domingo y el cordero por navidad. Si fueras judío, pues la comida kosher y nada de levadura en Pessah. Si fueras musulmán, pues se acabó el jamón. Y si te da por el budismo, nada de carne que nos pone violentos.
La propaganda gastronómica ha sido religiosa y también política. No hay más que estudiar el franquismo. En los años de posguerra en España, cuando los alimentos se distribuían entre la población a través de la cartilla de racionamiento, se obligó a las tabernas a tener un “plato único”.
El objetivo era evitar a la vista la abundancia gastronómica en una España hambrienta, pese a que los cuadros del partido se paseaban por el Horcher y el Jockey, los restaurantes de referencia en la capital y que tenían fama europea.
En los sesenta del siglo XX, Fraga Iribarne se inventó el «menú turístico» para vender una imagen de España. Fue tan fuerte el impacto propagandístico que aún lo sufrimos.
En el siglo XXI los políticos españoles han pasado a la imagen saludable, mediterránea o ibérica. Pero el objetivo es el mismo: propaganda.
Y ante eso: Resistencia gastronómica.
[…] – Yanet Acosta hace crítica “Conjugando el verbo hmm” y deja claro que “Aquí se come como dios manda” (la gastronomía también puede ser propaganda). […]
[…] Se puede pensar que es simbología, pero no exclusivamente. También es propaganda. […]