-¿Qué es lo más lejos que has llegado de tu casa?
Ella mira al horizonte. Dos segundos después baja la vista hasta su muñeca. Un rosario mongol está enrollado en tres vueltas. En sus pies, unas zapatillas de Corea. En el paladar, el ácido de los chapulines. Y el recuerdo de un volcán activo en Khyuzu, los rascacielos de barro en Shibam y la arena del desierto que atraviesa el tren a Zuerat.
Ella vuelve la mirada y contesta:
-Hasta la tuya.
¡Cómo decir tanto con tan poco!. ¡Ójala yo logre hacerlo!. Algún día…