Cuando se mira la gastronomía mundial desde una panorámica global se puede encontrar las diferencias o las similitudes, pero creo que es más lo que nos une a todos en lo del comer, que lo que nos separa.
La sal, los cereales y, por ejemplo, el azúcar de caña. Este es un producto clave para entender cómo han viajado los ingredientes a lo largo de los siglos y a lo ancho del globo.
La caña es originaria de Nueva Guinea en el Pacífico Sur (y no de Cuba como es habitual pensar). En el siglo VI, llegó a la India, donde se desarrolla el método de elaboración. Son los árabes los que traen el cultivo a España, desde donde pasa, primero a Canarias y, después a La Española (actual Haití y República Dominicana). Desde allí pasa a Brasil y México durante el siglo XVIII y finalmente a Estados Unidos.
Lo más sorprendente es que los portugueses se encargan de llevarla a sus colonias, entre ellas las del Pacífico.
Lo mismo se podría decir con otros productos como el cilantro, que pese a que parece que nos lo trae México, fueron los españoles quienes lo llevaron hasta allí, pues ya los romanos lo utilizaban en sus platos.
El tópico, sin embargo, nos impide en muchas ocasiones ver este viaje circular de muchos de los productos y elaboraciones que tomamos como propias o ajenas. Por ello, es realmente interesante continuar indagando en una especialidad como la gastronomía, a través de la que podemos llegar a entender, al igual que se dijo en el siglo XVI al ver por primera vez un globo terráqueo, “el mundo es poco”.
Es un asunto interesantísimo en el que pensar y sobre el que muchos a veces no caemos cuando reivindicamos ferozmente banderas (la tortilla española está hecha con un ingrediente americano…) o cuando nos peleamos por defender lo autóctono sin pensar que puede haber venido gracias a una «invasión» o colonización. Me gusta que los alimentos, como ocurre también con las uvas y los vinos, se carguen las sobrevaloradas fronteras.
¡Qué bueno que volviste, Yanet!. Llevo días desconectada pero era consciente de que tú también (los finales de curso siempre son devoradores) y me alegra que tu vuelta haya sido con este tema, con la intención de ir más allá de los chovinismos. Venimos de lugares maravillosos, tenemos manteles bien decoraditos, mesas dispuestas donde disfrutamos de manjares exquisitos que se han ido formando de a poquito, tomando algo de aquí y algo de allá, con espíritu curioso, con ganas, con deseo, con hambre. Todas esas sensaciones son internacionales, universales, todos sentimos ese deseo que nos lleva aprobar bichos nunca vistos, lanzarnos sobre los pasteles dejadas a enfriar, catar la novedad y difundirla, darla a probar a los que amamos para que compartan lo que descubrimos. Ésa es la clave de la gastronomía. Abrir mentes y estómagos. Las actitudes cerradas, «lo mío lo mejor, lo único, lo comestible por definición» nos llevaría a la degradación, a la cerrazón absurda y, en según que circunstancias, nos esperaría sólo la inanición. Crecer también es dejar de lado nuestros gustos infantiles limitados y entender que la cocina de «mi mama» es buena porque se nutre de los saberes y los productos caumulados procedentes de las cocinas del tiempo a lo largo de muchos mundos. Un beso feliz
[…] aún queda por conocer. Como dijo quien sostuvo por primera vez en sus manos un globo terráqueo: el mundo es poco. Acerca de Yanet AcostaEscritora y periodista, Yanet Acosta es autora de la novela 'El Chef ha […]
[…] El mundo es poco. […]