Carlos Salem es un escritor de novela negra que habla poco de comida. Apenas unos bocatas en Un jamón calibre 45 y poco más. En su última novela –El huevo izquierdo del talento– escrita a modo de relatos entrelazados he descubierto por qué.
Su protagonista, Poe -llamado así porque es medio poeta- solo bebe cervezas en la barra de un bar. Una tras otra, con la excepción del día en que Lola, la camarera, y amor platónico, le sirve un bloody mary, de esos que le hacen reconciliarse consigo mismo.
Pasan los relatos bebida tras bebida hasta que se descubre qué es lo que intenta olvidar. Un amor que le dio de comer guisos que compartía con los vagabundos del barrio. Y es que, también en la novela negra, está siempre el amor y quien pierde. Incluido el apetito.