Arola se ha arruinado. Sus dos estrellas Michelin finalmente se han estrellado. No ha sido el primero, ni parece ser que vaya a ser el último.
En la alta cocina, primero murió el chef, porque además de cocinar tenía que hacer mil otras cosas, para tener su imagen para vender y para ganar dinero. Y eso, quizás, sólo escondía que el restaurante ya había muerto.
Hoy para Tinta de Calamar analizo la situación y dejo aquí el juramento de que la nueva novela no se llamará como este post 😉