Un té en el Sáhara (El cielo protector de Paul Bowles)

Publicado: 19/04/2013 en Gastronomía y vino
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Un té en el Sáhara

Uno de mis cuentos favoritos aparece en la novela El cielo protector escrita por Paul Bowles en 1949 y llevada al cine en 1990 por Bertolucci con John Malkovich y Debra Winger como protagonistas.

El comienzo de la historia es de esos que me gustan:

«Se despertó, abrió los ojos. La habitación le decía poco; había estado demasiado sumergido en la nada de la que acababa de emerger».

En esta novela aprendí la diferencia entre turista y viajero: una cuestión de tiempo.

«Mientras el turista se apresura a regresar a casa, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la Tierra».

Y aquí va el cuento:

«Las hermanas Outka, Aicha y Mimouna ahorraron durante años para ver cumplido su sueño, tomar té en el Sáhara. Después de años, aunque no habían conseguido ahorrar lo suficiente decidieron vender todo lo que tenían y marchar, porque, de lo contrario, acabarían tristes y sin haber tomado nunca té en el Sáhara.

Outka, Aicha y Mimouna compraron una tetera, una bandeja y tres vasos y en la puerta del desierto dieron el resto de su dinero a una caravana. En la noche, cuando la luna iluminaba la arena blanquecina del desierto, decidieron cumplir su sueño. Tomar té en el Sáhara.

Las tres hermanas caminaron largo rato hasta elegir una duna donde prepararlo. Tras subir, Outka divisó una duna aún más alta. Así que, pese al cansancio, decidieron trepar hasta la duna más alta para cumplir su sueño. Al llegar, dispusieron la tetera, la bandeja y los tres vasitos, pero estaban tan cansadas que decidieron dormitar un rato antes de cumplir su sueño. Tomar té en el Sáhara.

Muchos días después pasó otra caravana y un hombre vio algo en la duna más alta. Cuando llegó a la cúspide, allí encontró a Outka, Aicha y Mimouna. Yacían en la misma posición en que se habían dormido. Y los tres vasos estaban llenos de arena».

Y como escribe el mismo Paul Bowles en esta novela:

«Uno nunca se toma el tiempo de saborear los detalles, pues uno se dice, otro día será, pero lo cierto es que cada día es único y definitivo, y nunca hay otra vez».

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