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Caza al asesino

Anagrama acaba de reeditar Caza al asesino del francés Jean-Patrick Manchette aprovechando la salida al cine de una peli con Sean Penn y Javier Bardem. Manchette murió en 1995, con 53 años y esta fue su última novela publicada en 1981. Supongo que si viera la peli fliparía, porque nada tiene que ver con su potente texto, circular y bíblico: hagas lo que hagas no tienes escapatoria. Tu karma es ese, amigo.

Martin Terrier se marchó de su pueblo el día en que su padre, al que la gente ridiculizaba cuando se emborrachaba, murió. Diez años después, tras ganar pasta como mercenario y asesino a sueldo de una compañía, deja su trabajo y vuelve para llevarse a la chica de la que se enamoró. Pero esto no es un cuento de hadas, sino una novela hard boiled.

La chica huele mal y bebe coñac sin parar, él se queda sin un duro porque quien le lleva las finanzas se lo gasta todo, y para un mercenario dejar su trabajo no es tan sencillo como presentar una carta de dimisión.

En la novela los personajes engullen todo el rato. No comen ni beben. Tragan, como se tragan su papel en la vida y todo lo que les pasa.

Martin cena de pie una lata de salchichas con lentejas y un pedazo de gruyère y en otra ocasión se pide una especie de salchicha llamada andouillette, «que parecía de goma». Su jefe, Cox, siempre está comiendo. Entra en la novela con un copioso brunch compuesto de huevos, bacon, salchichas a la plancha, pequeñas crepes y jarabe de arce. Continúa con unas patatas fritas que saca de un cartón, más tarde una chocolatina y sale de la novela comiendo nueces, avellanas y cacahuetes compulsivamente.

Con Félix, quien se ha casado con la chica por la que vuelve al pueblo, comparte un whisky sour. Félix le asegura que le gusta porque sabe a vómito y «si bebes sistemáticamente algo que ya al principio sabe a vómito no e sientes incómodo cuando acabas por vomitar».

Es curioso que el protagonista utilice la guía Michelin en la novela para buscar hotel. Entre los propuestos, elige el que se indica como más tranquilo. Toda una paradoja en una novela en la que solo se escuchan las balas y los golpes.

Esta novela está dentro de las que se denominan behaviorista, puesto que el narrador solo recoge las acciones de sus protagonistas, como si fuera una cámara, sin entrar dentro de sus almas. Sin embargo, un gesto puede ser la expresión del alma. Stanley es el amigo del alma de Terrier. Solo toma vodka. Cuando desaparece, Terrier pide una cerveza bien fría y un vodka. Se toma de un trago la cerveza, paga y deja el vodka intacto. El camarero no entiende nada y se toma la copa cuando Terrier se va. El lector sabe, que pese a todo, Terrier tiene sentimientos.

Si quieres leer algo más de Manchette te recomiendo Fatal, donde las rubias dejan de tener el papel de mujer florero.


Fatal de Manchette

Que la protagonista de una novela sea una asesina es difícil, pero que encima consigas empezar a odiarla y terminar empatizando con ella, más aún. Y esto ocurre con Fatal,  escrita entre 1976 y 1977 por el francés Jean-Patrick Manchette.

Tras una rubia aparentemente sensible y adinerada se encuentra una mujer ruda que el escritor dibuja magistralmente a través de lo que come y de cómo lo come:

«Abrió la tapa del calientaplatos y apareció la choucroute. La mujer se dedicó a engullir col picada, salchichas y tocino. Comía a grandes bocados, rápido y haciendo ruido. Le resbalaba salsa por las comisuras de los labios. Algún trozo de col que se le escapaba del tenedor o de la boca iba a caer al suelo o bien le quedaba colgando del labio inferior o de la barbilla. Los dientes de la mujer eran visibles durante la masticación, porque los labios le quedaban recogidos. Bebió champán. Terminó muy pronto la primera botella. Cuando descorchó la segunda, se pinchó el pulgar con el alambre y le brotó un poco de sangre escarlata. Hipó porque ya estaba borracha, se chupó el pulgar y se tragó la sangre».

La asesina actúa extorsionando y matando hombres ricos. Una justiciera que sabe bien que los ricos siempre se quieren matar entre sí y que solo hay que encontrar un cliente a quien «meterle la idea de matar en la cabeza, donde ya estaba esa idea».

Y el rico burgués a punto de morir se justifica diciendo lo mismo que hoy en día podría decir cualquiera de los corruptos que pueblan este mundo:

«No merezco la muerte. ¿Qué he hecho yo, sino seguir las tendencias propias de la raza humana? Y es más. No somos más que inocentes criaturas al lado de nuestros antepasados».

La novela acaba con una llamada del propio autor, conocido militante de extrema izquierda:

«MUJERES VOLUPTUOSAS Y FILÓSOFAS, A VOSOTRAS ME DIRIJO».

Gracias a un seguidor en Twitter, aquí está la portada original con la que salió esta novela en Francia, diseñada por el autor de cómics Jacques Tardi, amigo de  Jean Patrick Manchette.

Portada original que salió en Francia