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Siempre he pensado que mis relatos tienen mucho de abstracción y un pintor vigués, Alberto Granada, me lo ha confirmado. Gracias a Facebook se puso en contacto conmigo para utilizar parte de los textos de dos de los relatos de Noches sin sexo: Gallinas y Me quedaré por esta noche. Aquí está el resultado: pintura que emana emoción. ¡Mil gracias, Alberto!

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dominó Cuento de mercado de Yanet Acosta

Los mercados me inspiran relatos y este es uno de ellos: Dominó. Se me ocurrió al pasar por un bello puesto en el mercado de La Llibertat en Barcelona y aquí está el comienzo:

Cada uno tiene su refugio y el de Laura estaba en el punto en el que el expositor de una pescadería se convertía en una barra de bar en el mercado de la Llibertat. Al borde de los 40, tenía la certeza de que su vida de éxito sólo estaba empañada por la ausencia del que siempre elige mal. Cuando estudiaba la carrera de Derecho, parecía que todo vendría rodado: despedida de soltera con sus amigas de la Universidad, boda con su novio de la adolescencia, trabajo fijo, carrera brillante, hijos, coche de alta gama, piso y casa en la playa y en la montaña. La vida de la hija de un arquitecto y una diseñadora, de la nieta de un botiger que sufrió la Guerra Civil española y que en lugar de huir a Francia, se quedó en la prisión de una vida bajo la dictadura franquista. Un hombre que centró su lucha en la espera silenciosa mientras vendía relojes con los que contaba el tiempo que faltaba para poder abrir la botella de Dom Perignon y escuchar “Ya soc aquí” del President legítimo de la Generalitat. Y Tarradellas volvió del exilio 13.870 días después, con sus 332.880 horas y sus 19.972.800 segundos.

Para Laura el tiempo también pasaba con sus horas, minutos y segundos, pero …

Puedes leerlo completo aquí.

 

 

 

Este verano en Tinta de Calamar de la Cadena Ser han apostado por la literatura gastronómica. Para mí ha sido un placer aportar ficción a la gastronomía, pues a veces es más esclarecedora que la propia realidad. Aquí está en forma de microrrelato esta utopía gastronómica: Celanova 2020

Celanova 2020 Microrrelato gastronómico

Los primeros rayos de sol aparecen por el Este entre los castaños y atraviesan la ventana del dormitorio. Su energía comienza a calentar las placas que alimentarán el fuego y despertarán el andarín titilar de la luz.
Desde la ventana se ven los brotes de la higuera, los verdes frutos que en un mes madurarán como higos. Las uvas empiezan a aparecer menudas en racimos sobre las hojas de la vid. En el huerto, las vainas de las judías despuntan de su planta trepadora. Todo se prepara para el fin del verano. También María. Esta noche da su última clase a los niños de la aldea. Les preparará un rico plato de pasta y un refresco para festejar. Hierba Luisa y zarzamora infusionada en agua de la fuente con el  toque dulce de la panela.
Tiene un paquete en su despensa. Viene de lejos y sin etiquetar, como los verdaderos tesoros. Se lo envió uno de sus puntos  de conexión con otra aldea en el sur de Nueva Guinea, de donde nunca debió salir la caña de azúcar. Fuera de su lugar, esta planta divina fue profanada en nombre de la humanidad y a su costa se creó esclavitud, deforestación y obesidad.
Hace tiempo que su despensa se libró de esos paquetes de azúcar, de harina, de leche y de carne etiquetados y marcados con grandes letras como: Producto No  Natural, Sucedáneo Modificado genéticamente o Alimento Transgénico. Afortunadamente consiguió huir de la ciudad antes de que cayeran los últimos principios éticos y humanos y antes de que cerraran sus puertas dejando a miles de cautivos que ahora la Resistencia intenta guíar.
Por las aldeas del mundo, unidas en red, se pasea alguna vez el demonio de manos de hormigón y perilla que incendia montes y campos. Pero ya saben cómo atajarlo: sólo hay que ignorarlo. Dejarlo que pase de lado. Todos ya lo saben, también los niños. Si alguien lo mira a los ojos sin la suficiente consciencia, cae fulminado por el engaño.
María recoge los huevos de las gallinas en casa de una de sus tres vecinas, Celsa. A cambio ella teje los cuentos que acompañan las tortillas de la cena e invitan al mejor de los sueños.
Cada semana, a dos caminos de su casa, recoge el pan de centeno en la panadería  que regala caricias de aroma a harina cocida por la leña.
Desde el camino se ve a lo lejos la barrera de quienes no vieron la única alternativa. Y a María se le escapa alguna lágrima de compasión.
Ahora prepara el refresco y la salsa de tomate con salvia para los macarrones hechos en otra aldea  del sur. Esta noche hay fiesta porque  es la última clase antes del fin del verano, en la que los niños recordarán su lugar en el espacio.
El chef ha muerto Tren
Para qué tomar el tren
si ya sabes el destino.

Ama. Microrrelato Yanet Acosta

-¿Qué tal?

-Ahora mismo parezco un ama de casa.

-Siempre lo has sido.

Bernarda

Publicado: 04/03/2013 en Microrrelato y cuentos, Yanet Acosta
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De cabeza enCrudo Jacobo Gavira

Vestida de negro, gritó:

-Silencio.

Pistola (microrrelato Yanet Acosta)

En la cola del pan, pidió una pistola.

La lió.

 

 

*En Madrid la barra de pan se conoce como pistola. Según el escritor Miguel Ángel Almodóvar, es el nombre que se le daba a media barra del pan de Viena que introdujo en Madrid el tío de Pío Baroja. Se debe a una traducción del nombre que se usaba en Alemania para este pan, «pistole».