
Para quienes nos gusta la Historia, la cocina y el asesinato por venganza justiciera, La cocinera de Himmler nos resulta un «bombón». Sin embargo, el último libro del francés Franz-Olivier Giesbert, director del semanario de izquierdas Le Point en Francia, no es una novela ni un ensayo, sino más bien un ensayo histórico novelado.
En La cocinera de Himmler, su autor nos cuenta la cruenta Historia de Europa en el siglo XX, que comienza con el brutal genocidio armenio por parte del imperio otomano en 1915 y que fue antesala al terrible holocausto nazi. Para contar este siglo de Historia, el autor toma como recurso el personaje de una mujer de 105 años de edad, una armenia que escapó a la muerte durante toda su vida y que ahora, en la antesala del final de sus días se pone a escribir sus Memorias en cuatro cuadernos azules con resortes.
Esta mujer entraña también el sufrimiento del género femenino. Desde antes de menstruar fue violada por un par de turcos. Más tarde, volverá a ser violada por un nazi, pero siempre sale adelante a través del amor y su potente deseo sexual que le lleva de un amante a otro y de una parte del mundo a la otra. No obstante, su secreto para conseguir una larga vida no ha sido solo el sexo y el amor, sino también la cocina, el poder curativo de la hierbas y la venganza justiciera.
Para una novela al uso se trata de un personaje inverosímil, pero Giesbert consigue la empatía con ella y que la sintamos tan real como sus platos: el plaki armenio -un guiso de verduras y judías blancas- que aprendió de su abuela; las berenjenas a la provenzal; y el flan de caramelo cuya receta heredó de su madre adoptiva.
«Gracias a mi madre y a mi abuela me convertí en cocinera, en una cocinera de éxito, aunque nunca haya recibido los honores de la guía Michelin».
Entre sus invenciones de éxito: el pollo a la crema de ajo y alcachofa fue una de sus primeras creaciones y con la que sedujo a quien sería su marido. Tras huir a París, lo primero que tomó fue una sopa de albahaca con queso, que también reprodujo cuando abrió su primer restaurante. La brandada de bacalao, a la que ella añadía ajo y guindilla, fue el plato único que tomaba un ilustre escritor, quien simboliza el potente ambiente antisemita entre los intelectuales de derechas en Francia en esa época, y el culpable de que su marido fue declarado judío. También fue el plato de Himmler cuando entró en Francia, junto con un foie gras al oporto con compota de cebollas e higos. Sin embargo, para este personaje cocinó más platos con los que buscaba atenuar sus terribles dolores de estómago junto con su médico Felix Kersten, como pastel de berenjena, bacalao al ajo, picadillo parmentier de cangrejo a la trufa y al ajo y tarta de manzana sin masa.
Para los nazis la alimentación de los soldados -algunos de sus inventos aún son utilizados por ejércitos modernos, como la pastilla de combustible para calentar las latas de comida- y la utilización de la fitoterapia era muy importante. Y nuestra cocinera le propone a Himmler que reduzca sus raciones de carne «lenta y discretamente» para deshabituar a generaciones futuras. También Hitler cuidaba al extremo su dieta y contaba para ello con dos dietistas: Marlene von Exner y Constance Manziarly. Pero la cocinera de Himmler triunfó ante el Führer con puerros con vinagreta de trufa, lasaña vegetariana y tarta de manzana. Aunque como ya lo han hecho otros investigadores, en la novela se pone en duda el vegetarianismo estricto de Hitler, de quien dice adoraba las salchichas y los pichones rellenos.
Al acabar la guerra la cocinera huyó a los Estados Unidos, donde siguió sobreviviendo como cocinera. Allí, su comida no triunfaba y tuvo que servir hamburguesas e inventarse una tarta de fresa a la americana. De ahí saltó a China, cocinando para un albanés muchos gulasch, de la carne que encontraba.
El día en que la cocinera recibió la peor noticia de su vida, le abrieron el mejor vino: un Château-Latour de 1934. Pero solo la venganza le dio consuelo.
Entre las frases que saco del libro, les comparto las siguientes:
«Cuando todo va mal, no hay nada mejor que la cocina, todas las mujeres lo saben».
«La generosidad es un regalo que uno se hace a sí mismo».
«Siempre es más difícil recibir que dar».
«Una pena de amor es como la muerte de una madre o de un padre: no se cura jamás».
«No hay nada más estúpido que la gente inteligente. Basta con alabar su ego para manipularlos a voluntad».
«La venganza lo cura todo»
En definitiva, La cocinera de Himmler es una novela que invita a masticar la Historia y a sentir el retrogusto de la venganza de, al menos, una mujer excepcional como su protagonista. Al final del libro, se dan las recetas de algunos de los platos que salen en la novela. No la de la brandada, pero a mí, al acabarla se me abrió el apetito redentor de una tostada con la emulsión de patata, bacalao y aceite. Así que aquí está mi receta de brandada para acompañar esta novela:

Brandada de bacalao de La cocinera de Himmler
Receta de brandada de bacalao para La cocinera de Himmler
Ingredientes:
-50 gramos de migas de bacalao desalado.
-1 patata mediana cocida.
-Pimienta negra.
-Dos cucharadas de yogur natural.
-Un chorrito de leche.
-Aceite de oliva virgen extra
Preparación:
Confita el bacalao en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva virgen extra durante 5 minutos a fuego muy lento. Después, aplasta la patata cocida y pelada y añádele el bacalao confitado. Agrega el yogur y el chorrito de leche así como la pimienta negra. Mueve ahora la masa con una espumadera y emulsiónala con un poco de aceite de oliva virgen extra. Remueve hasta que la masa tenga una consistencia cremosa. Distribuye sobre una rodaja de pan parte de la brandada y gratínala al horno durante unos minutos. Al sacarla del horno, corónala con una gota de aceite de oliva virgen.
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