Archivos de la categoría ‘Novela negra gastronómica’

Un cadáver entre plato y plato Novela negra gastronómica

La novela negra gastronómica sigue pujante. El último título que se ha sumado en español es la traducción de la primera novela del alemán Tom Hillenbrand: Un cadáver entre plato y plato. A mitad de una comida en un restaurante, un crítico de una importante guía gastronómica cae muerto. Aquí comienza la trama que implica al cocinero de ese restaurante, un tipo que se había formado con un estrella francés y que tenía muchas papeletas para ser uno de los grandes, pero que había optado por retirarse a su Luxemburgo natal para montar un establecimiento de comida casera regional. Este chef, acusado incluso en primera instancia de ser el responsable de la muerte del crítico, indagará quién pudo ser el responsable.

A primera vista, y para un paladar mediterráneo, el causante de la muerte parece el menú que el crítico se estaba zampando. Aquí va la comanda que había pedido: Ensalada, Bouneschlupp (sopa de alubias con patata, panceta y cebolla), Rieslingpaschtéit (pastel de carne al Riesling con masa quebrada), Civet de liévre, façon luxembourgeoise (civet de liebre guisado a la manera de Luxemburgo) y Quetscheflued (tarta de ciruelas) con helado de vainilla.

La novela está ambientada en Luxemburgo, una ciudad y un país bastante poco conocido, excepto por ser en muchas ocasiones «el dormitorio» de los funcionarios europeos. Y su autor consigue a través de las descripciones de la gastronomía local reivindicar una identidad propia. Este thriller es también excusa para hacer una crítica feroz a los laboratorios y a la industria alimentaria, que nos mete día a día por los ojos productos supuestamente «muy necesarios» que son solo sucedáneos de los alimentos que creemos tomar. También denuncia la competitividad entre chefs «estrellados» que les lleva al «yo más» haciendo locuras que pueden poner en riesgo la salud de sus comensales y la estupidez de los cocineros televisivos que buscan el éxito a través del marketing.

Una novela muy bien tramada, aunque con un poco de falta de chispa por la poca fuerza de las relaciones entre sus personajes. Sin embargo, muy recomendable para los forofos de este nuevo subgénero que comienza a tomar perfil en las librerías: la novela negra gastronómica y en el que se  incluyen novelas españolas como El Chef ha muerto o Gran Soufflé.

Portada de La cocinera de Himmler

Para quienes nos gusta la Historia, la cocina y el asesinato por venganza justiciera, La cocinera de Himmler nos resulta un «bombón». Sin embargo, el último libro del francés Franz-Olivier Giesbert, director del semanario de izquierdas Le Point en Francia, no es una novela ni un ensayo, sino más bien un ensayo histórico novelado.

En La cocinera de Himmler, su autor nos cuenta la cruenta Historia de Europa en el siglo XX, que comienza con el brutal genocidio armenio por parte del imperio otomano en 1915 y que fue antesala al terrible holocausto nazi. Para contar este siglo de Historia, el autor toma como recurso el personaje de una mujer de 105 años de edad, una armenia que escapó a la muerte durante toda su vida y que ahora, en la antesala del final de sus días se pone a escribir sus Memorias en cuatro cuadernos azules con resortes.

Esta mujer entraña también el sufrimiento del género femenino. Desde antes de menstruar fue violada por un par de turcos. Más tarde, volverá a ser violada por un nazi, pero siempre sale adelante a través del amor y su potente deseo sexual que le lleva de un amante a otro y de una parte del mundo a la otra. No obstante, su secreto para conseguir una larga vida no ha sido solo el sexo y el amor, sino también la cocina, el poder curativo de la hierbas y la venganza  justiciera.

Para una novela al uso se trata  de un personaje inverosímil, pero Giesbert consigue la empatía con ella y que la sintamos tan real como sus platos: el plaki armenio -un guiso de verduras y judías blancas- que aprendió de su abuela; las berenjenas a la provenzal; y el flan de caramelo cuya receta heredó de su madre adoptiva.

«Gracias a mi madre y a mi abuela me convertí en cocinera, en una cocinera de éxito, aunque nunca haya recibido los honores de la guía Michelin».

Entre sus invenciones de éxito: el pollo a la crema de ajo y alcachofa fue una de sus primeras creaciones y con la que sedujo a quien sería su marido. Tras huir a París, lo primero que tomó fue una sopa de albahaca con queso, que también reprodujo cuando abrió su primer restaurante. La brandada de bacalao, a la que ella añadía ajo y guindilla, fue el plato único que tomaba  un ilustre escritor, quien simboliza el potente ambiente antisemita entre los intelectuales de derechas en Francia en esa época, y el culpable de que su marido fue declarado judío. También fue el plato de Himmler cuando entró en Francia, junto con un foie gras al oporto con compota de cebollas e higos. Sin embargo, para este personaje cocinó más platos con los que buscaba atenuar sus terribles dolores de estómago junto con su médico Felix Kersten, como pastel de berenjena, bacalao al ajo, picadillo parmentier de cangrejo a la trufa y al ajo y tarta de manzana sin masa.

Para los nazis la alimentación de los soldados -algunos de sus inventos aún son utilizados por ejércitos modernos, como la pastilla de combustible para calentar las latas de comida- y la utilización de la fitoterapia era muy importante. Y nuestra cocinera le propone a Himmler que reduzca sus raciones de carne «lenta y discretamente» para deshabituar a generaciones futuras. También Hitler cuidaba al extremo su dieta y contaba para ello con dos dietistas: Marlene von Exner y Constance Manziarly. Pero la cocinera de Himmler triunfó ante el Führer con puerros con vinagreta de trufa, lasaña vegetariana y tarta de manzana. Aunque como ya lo han hecho otros investigadores, en la novela se pone en duda el vegetarianismo estricto de Hitler, de quien dice adoraba las salchichas y los pichones rellenos.

Al acabar la guerra la cocinera huyó a los Estados Unidos, donde siguió sobreviviendo como cocinera. Allí, su comida no triunfaba y tuvo que servir hamburguesas e inventarse una tarta de fresa a la americana. De ahí saltó a China, cocinando para un albanés muchos gulasch, de la carne que encontraba.

El día en que la cocinera recibió la peor noticia de su vida, le abrieron el mejor vino: un Château-Latour de 1934. Pero solo la venganza le dio consuelo.

Entre las frases que saco del libro, les comparto las siguientes:

«Cuando todo va mal, no hay nada mejor que la cocina, todas las mujeres lo saben».

«La generosidad es un regalo que uno se hace a sí mismo».

«Siempre es más difícil recibir que dar».

«Una pena de amor es como la muerte de una madre o de un padre: no se cura jamás».

«No hay nada más estúpido que la gente inteligente. Basta con alabar su ego para manipularlos a voluntad».

«La venganza lo cura todo»

En definitiva, La cocinera de Himmler es una novela que invita a masticar la Historia y a sentir el retrogusto de la venganza de, al menos, una mujer excepcional como su protagonista. Al final del libro, se dan las recetas de algunos de los platos que salen en la novela. No la de la brandada, pero a mí, al acabarla se me abrió el apetito redentor de una tostada con la emulsión de patata, bacalao y aceite. Así que aquí está mi receta de brandada para acompañar esta novela:

Brandada de bacalao de La cocinera de Himmler

Brandada de bacalao de La cocinera de Himmler

Receta de brandada de bacalao para La cocinera de Himmler

Ingredientes:

-50 gramos de migas de bacalao desalado.

-1 patata mediana cocida.

-Pimienta negra.

-Dos cucharadas de yogur natural.

-Un chorrito de leche.

-Aceite de oliva virgen extra

Preparación:

Confita el bacalao en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva virgen extra durante 5 minutos a fuego muy lento. Después, aplasta la patata cocida y pelada y añádele el bacalao confitado. Agrega el yogur y el chorrito de leche así como la pimienta negra. Mueve ahora la masa con una espumadera y emulsiónala con un poco de aceite de oliva virgen extra. Remueve hasta que la masa tenga una consistencia cremosa. Distribuye sobre una rodaja de pan parte de la brandada y gratínala al horno durante unos minutos. Al sacarla del horno, corónala con una gota de aceite de oliva virgen.

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La última novela del inglés Lawrence Norfolk pertenece a un subgénero de lo más delicioso: novela histórica gastronómica. En la literatura internacional hay muchos ejemplos de este tipo de novelas y El festín de John Saturnal es uno de los últimos que se han publicado en España. En ella, mitología e historia se mezclan para contar cómo el hijo de la que era considerada una bruja llega a la cocina de un noble en el siglo XVII con la guerra civil inglesa de fondo. El secreto más bien guardado de este chico, John Saturnal, es, además de su fantástica aptitud para descubrir los sabores, su memoria en la que archiva las recetas legadas por su madre del mitológico banquete de Saturno.

Lo que más me gusta del libro son los comienzos de cada capítulo en los que describe recetas como la del hipocrás o vino especiado, espuma de rellenos de aves, caldo de lampeas o el cinturón de azúcar para una persona amada, que demuestran que la creatividad siempre ha sido ingrediente indispensable en la cocina.

Más que historia, el autor ofrece una revisión bastante poética en la que no falta el enamoramiento ni la venganza, aunque sin sorpresas. Y como mensaje de fondo, la igualad que se vivía en el Edén, antes de que las religiones llegaran:

«Los primeros hombres y mujeres comían como iguales. Se servían unos a otros. Intercambiaban sus afectos y vivían como iguales. Eran iguales en su riqueza. Nosotros lo somos en nuestra pobreza».

La importancia del cocinero dentro de la jerarquía de sirvientes de la Inglaterra del siglo XVII queda patente en esta novela, en la que el lujo además de las golosinas hechas con azúcar son los platos tocados por la pluma de faisanes, gansos, pichones, perdices, capones y patos. No obstante, en los mismo fuegos se cuecen diariamente las gachas para el desayuno de los pobres y del servicio, mientras que el valor de las chirivías silvestres, el apio, las castañas y la retama solo lo veían quienes conocían los secretos de la cocina del Edén.

Los reyes erigen sus estatuas y los eclesiásticos construyen catedrales. Un cocinero no lega monumentos, sino migajas.

Lawrence Norfolk. El festín de John Saturnall

 

Ediciones B se suma a la novela gastronómica

Presentación en Madrid de Mesa Reservada, nueva novela gastronómica

Desde la aparición de El Chef ha muerto, a finales de mayo de 2011, han aparecido nuevas novelas negras gastronómicas como Fabada a muerte en Cocina Fusión de Falsarius Chef. También con un tinte futurista como Los insaciables de Jakob Gramss y El vasco que no comía demasiado de Óscar Terol. La última que se sumó a la literatura gastronómica fue  Gran soufflé de Lola Piera editada por Sepha este año.

Ahora la apuesta es de Ediciones B con Mesa Reservada de Vis Molina, una novela blanca sobre un restaurante con tres estrellas Michelin escrito por esta periodista tras documentarse en restaurantes similares durante dos años, según ha contado en la presentación de la novela en Madrid.

Vis Molina ha dicho que no tiene «ninguna influencia literaria directa» y confía en que su libro sea llevado al cine.

Esta novela se suma a otras novedades literarias en España en 2013 como el thriller Un cadáver entre plato y plato de Tom Hillebrand, la novela de humor El caso del mayordomo asesinado de Marco Malvaldi y la histórica El festín de John Saturnall del inglés Lawrence Norfolk.