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¿novela negra canaria?

En estos meses he tenido la suerte de viajar con frecuencia a mi isla, Tenerife, desde la ciudad en la que vivo hace 20 años, Madrid. He visto al escritor Javier Hernández con el que participé en Tu Santa Cruz Noir, conocí a Dulce Xerach con la que participé en Ovejas negras y por último he estado en la Feria del Libro de Santa Cruz. Y en todas las conversaciones salió Alexis Ravelo, el escritor grancanario y premio Hammett de novela negra.

La pregunta era inevitable: ¿Existe la novela negra canaria?

Y solo me hizo falta ver lo que comían y bebían sus personajes para llegar a una respuesta.

En Robo en Sao Paulo, su protagonista, la policía nacional María Anchieta se entusiasma desayunando huevos con bacon en los hoteles, aunque minutos más tarde caiga sobre ella el peso del remordimiento (y de la grasa). Anchieta es mujer de restaurantes, que se pasea entre los de Sao Paolo y Tenerife, tomando tapas y copas de vino, además de alguna que otra caipiriña y whisky (sin especificar marca, así que se ve que lo toma de urgencia y no es un hábito, porque no hay bebedor de whisky que no lo sea de una marca que defiende a capa y espada).

Mat, el protagonista de Los Ojos del Puente de Javier Hernández, más que comer, bebe y siempre Jack Daniel’s, un Tennessee whisky que se diferencia del bourbon solo en el filtrado, pero que es eso precisamente (y la etiqueta creo yo) lo que lo hacen tan especial, tan negro y tan evocador.

En la novela de Alexis Ravelo, Las flores no sangran, no hay un protagonista, hay varios. Es una novela coral de desarrapados made in Canarias que se ganan la vida como pueden pero que quieren hacer algo grande para retirarse: un secuestro imposible. Y se relamen con el plato que a muchos de los canarios nos recuerda a nuestra infancia, a nuestra madre y a nuestro origen: papas con carne.

Se trata de un plato básico y popular, pero entrañable. Después de leer la novela tuve que llamar a mi madre para que me recordara la receta, esa que nunca apunto, porque lo que más me gusta es que ella me diga cómo lo hace. Y ella, cada vez, cambia la receta. La hace más fácil y más rápida.

Después de este primer análisis, subjetivo y superficial, si así se quiere ver, mi respuesta a la pregunta es clara. Que hayamos nacido en un lugar puede ofrecer un mismo escenario para unas novelas que nada tienen que ve la una con la otra. Y seguí preguntándome: ¿Pero es que hay un tipo de novela negra  española?

Cuando leí Robo en Sao Paulo, la novela con la que se estrena Dulce Xerach, me sorprendió, sobre todo, que frente a la escritura del desánimo y de escepticismo y descrédito de la autoridad que solemos hacer gala los escritores negros en nuestras novelas, esta autora escribe del político bueno. Asegura que existe frente a los malos y en su novela da atisbos de confianza de que sean los mejores los que representen la autoridad.

Los ojos del puente es una recreación de la novela negra histórica, mientras que Las flores no sangran para mí está más cerca de la novela galdosiana que de la chandleriana.

Así que no hay un tipo, hay muchos tipos y muchas formas de entender este género que en común, al igual que con el resto de obras literarias que así se puedan llamar, tienen la evasión como uno de sus más importantes objetivos. Eso sí, muchas son las novelas policíacas, negras o criminales que siguen reglas de género que para autores como Andreu Martín son imprescindibles (además, detalla buena parte de ellas y de forma muy documentada en su último libro Cómo escribo novela policíaca).

Yo, sin embargo, cada vez leo más literatura y menos género, aunque escuche como siempre los tópicos de género y nacionalidad.

Y, por supuesto, creo que ya es frecuente que cualquiera (sea lector o comensal) disfrute tanto del bacon en el desayuno de hotel, del Tennessee whisky y de la carne con papas como de un tipo de novela u otro ya sea negra, criminal, policíaca, galdosiana o chandleriana.

la estrategia del pequinés de Alexis Ravelo

«No existe literatura canaria, soy canario y orgulloso de ello, pero yo no hago literatura canaria, sino género negro».

Esto lo dice Alexis Ravelo, un escritor canario que maneja al detalle el género de la novela negra, esa que nos gusta porque, según él mismo explica, «es un análisis de la sociedad, que siempre está en crisis». La semana pasada presentó en Madrid su última novela, La estrategia del pequinés, con Editorial Alrevés. Hoy acabo de terminar de leerla y puedo contrastar sus palabras.

La historia discurre por la isla de Gran Canaria, especialmente por su capital, Las Palmas, un espacio que siempre me recordó a otro, quizás a La Habana, aunque con más color. Por eso, cuando el escritor Paco Gómez Escribano habló de ella durante la presentación, lo dijo claro: «esta historia podría haber ocurrido en cualquier sitio».

Sin embargo, lo que se come y se escupe en esta novela hace que no pueda ser que ocurra más que en Canarias.

«La mañana en que el Rubio lo telefoneó, Tito Marichal desayunaba leche con gofio y buscaba ofertas de trabajo en Internet».

A estas alturas pocos son los que desconozcan el valor nutritivo del gofio, esa harina de maíz o trigo tostada que al contacto con la leche caliente hace unos grumos mucho más excitantes que los cereales estadounidenses. Y a estas alturas, pocos desconocen que el Archipiélago canario tiene el índice de desempleo más alto de España. Y quizás el porcentaje más alto de desesperanza para encontrar un nuevo empleo.

Y Tito Marichal se busca la vida. Quiere abrir una cafetería y el Rubio le promete una buena cantidad en un trabajo supuestamente fácil. Y decide tirar hacia adelante mientras comen:

«un gofio escaldado, papas arrugadas, queso y puntillitas. Mientras esperaban a que llegara la morena frita (hay que hacerla lento, para que se bizcoche bien, si no, es pura grasa)».

Cuenta Ravelo que él quería escribir una historia de amor, pero más que amor, veo el último clavo ardiendo del que agarrarse y una sangría que demuestra que todo paraíso, aunque sea el de las Islas Canarias cantadas por poetas desde la Antigüedad, tiene su infierno.