Estos días se celebra el Festival de Cine de San Sebastián, que desde hace poco -2011- cuenta con su sección Culinary Zinema y en noviembre comienza Film&Cook, que se celebra también desde 2011. Y yo he recordado la última muerte gourmand, la de James Gandolfini, conocido por su papel de Tony Soprano.
Su última cena fue a los 51 años comiendo langostinos fritos con mayonesa y salsa chile acompañados de ron, cerveza y piña colada. Fue en el restaurante del hotel Boscolo Exedra de Roma, según informó el diario ‘The New York Post’ y pese a que la familia aseguró que se debió a un paro cardíaco y no a la cena en sí, es difícil no relacionarlo.
No puedo evitar pensar en que fue una muerte al más puro estilo de la peli La grande bouffe en la que cuatro amigos -en este caso gourmet y gourmand, es decir, exquisitos con lo que se come y excesivos con la cantidad- se reúnen para despedirse de la vida en un suicidio gastronómico colectivo, algo que en estos tiempos de Merkel, Rajoy, monárquicos, corruptos, crisis y desechados de la sanidad pública en España es algo que tiende a apetecer.
Así que, con la esperanza de que esto cambie, hoy me he preparado una ratatouille, más optimista y ligera siguiendo la receta Disney pasada por mi propia invención y que ha consistido en poner las verduras -cebolla, pimiento, berenjena, tomate y calabacín- en rodajas al horno con un chorrito de aceite y otro de agua y espolvorearlas con tomillo y romero durante 40 minutos. Sin embargo, aconsejo diez minutos menos de tiempo en el horno, porque, como se ve en la foto de arriba, es inevitable que se queme tras prolongar demasiado la espera.