Archivos de la categoría ‘Literatura y gastronomía’

Cena de extraños en un tren de patricia Highsmith

Me gusta releer porque encuentro nuevas visiones. Esto me ha pasado con Extraños en un tren de Patricia Highsmith o Mary Patricia Plangman, que era su verdadero nombre.  Extraños en un tren fue su primera novela, lo cual nos deja al resto de primerizos en situación poco honrosa. Tiene una trama alucinante, que Alfred Hitchcock llevó al cine en 1951, un año después de ser publicada.

La historia es la siguiente: dos tipos se encuentran en un tren y allí se habla de dos personas molestas en la vida de ambos, la mujer de uno y el padre del otro. Pero se habla en una cena. Sin la cena, la intimidad del tema no hubiera salido jamás.

Aquí está el momento de esa cena, clave, donde lo que se come es mucho más que comida:

“El camarero con una bandeja cubierta con una tapadera de peltre en un instante les instaló la mesa. El aroma de la carne asada sobre carbón vegetal le dio ánimos. Bruno insistió tanto en pagar la cuenta, que Guy accedió a ello sin oponer más resistencia. Para Bruno había un enorme bistec cubierto de setas; para él, una hamburguesa”.

Pero si importante fue que cenaran juntos, más casi lo fue que bebieran juntos.

“El sabor del scotch, pese a no gustarle demasiado, le resultaba agradable porque le recordaba a Anne. Cuando bebía, tomaba siempre scotch. Era como ella: dorado, lleno de luz, hecho con cuidadoso arte”.

Y Anne es la mujer con la que Guy, atado aún por el matrimonio, quiere estar.

Cuando estos dos extraños que cenan juntos en un tren se vuelven a encontrar lo hacen también a la mesa y tanto ha seguido Bruno a Guy, que:

“Bruno encargó los cócteles y la comida. Para él pidió hígado a la parrilla, a causa de su nueva dieta y huevos Benedict para Guy, porque sabía que le gustaban”.

Para hacer más amarga la noticia de un asesinato, momentos antes, la autora pone a Guy y a su novia en el momento más dulce:

“Sacó la lata de galletas de un rincón de la maleta. No había pensado en la tarta hasta ahora, la tarta que su madre le había preparado en el horno con la misma mermelada de moras que él había alabado cada día a la hora de desayunar.
Anne telefoneó al bar y encargó un licor muy especial que ella conocía. El licor tenía el mismo apetitoso color carmesí de la tarta y les había sido servido en unas copas bastante estrechas”.
Y en la comida en soledad, pone al hombre en su lugar:
«Una noche había abierto una lata de sardinas que devoró utilizando la hoja de un cuchillo. La noche resulta idónea para sentir afinidad con las bestias. Para ser más lo que uno era en realidad».

Lola Piera y Yanet Acosta

Acaba de salir la segunda edición de la novela Gran Soufflé de Lola Piera, una novela de suspense, de humor y de cocina. Sólo nos conocíamos de leernos y de vernos en las redes sociales. Aún así me pidió que le prologara esta nueva edición y ha sido un lujazo.

Por fin, en la Feria del Libro de Madrid, nos conocimos en persona y tramamos alguna para hacer juntas un día de estos.

Cuidado que la autora regresará de nuevo con otra novela, aunque esta vez, me dice, que no irá de cocineros. Pero quién sabe, la comida y la bebida se infiltran siempre en los grandes relatos.


Fatal de Manchette

Que la protagonista de una novela sea una asesina es difícil, pero que encima consigas empezar a odiarla y terminar empatizando con ella, más aún. Y esto ocurre con Fatal,  escrita entre 1976 y 1977 por el francés Jean-Patrick Manchette.

Tras una rubia aparentemente sensible y adinerada se encuentra una mujer ruda que el escritor dibuja magistralmente a través de lo que come y de cómo lo come:

«Abrió la tapa del calientaplatos y apareció la choucroute. La mujer se dedicó a engullir col picada, salchichas y tocino. Comía a grandes bocados, rápido y haciendo ruido. Le resbalaba salsa por las comisuras de los labios. Algún trozo de col que se le escapaba del tenedor o de la boca iba a caer al suelo o bien le quedaba colgando del labio inferior o de la barbilla. Los dientes de la mujer eran visibles durante la masticación, porque los labios le quedaban recogidos. Bebió champán. Terminó muy pronto la primera botella. Cuando descorchó la segunda, se pinchó el pulgar con el alambre y le brotó un poco de sangre escarlata. Hipó porque ya estaba borracha, se chupó el pulgar y se tragó la sangre».

La asesina actúa extorsionando y matando hombres ricos. Una justiciera que sabe bien que los ricos siempre se quieren matar entre sí y que solo hay que encontrar un cliente a quien «meterle la idea de matar en la cabeza, donde ya estaba esa idea».

Y el rico burgués a punto de morir se justifica diciendo lo mismo que hoy en día podría decir cualquiera de los corruptos que pueblan este mundo:

«No merezco la muerte. ¿Qué he hecho yo, sino seguir las tendencias propias de la raza humana? Y es más. No somos más que inocentes criaturas al lado de nuestros antepasados».

La novela acaba con una llamada del propio autor, conocido militante de extrema izquierda:

«MUJERES VOLUPTUOSAS Y FILÓSOFAS, A VOSOTRAS ME DIRIJO».

Gracias a un seguidor en Twitter, aquí está la portada original con la que salió esta novela en Francia, diseñada por el autor de cómics Jacques Tardi, amigo de  Jean Patrick Manchette.

Portada original que salió en Francia

 

Carlos Salem

Carlos Salem es un escritor de novela negra que habla poco de comida. Apenas unos bocatas en Un jamón calibre 45 y poco más. En su última novela –El huevo izquierdo del talento– escrita a modo de relatos entrelazados he descubierto por qué.

Su protagonista, Poe -llamado así porque es medio poeta- solo bebe cervezas en la barra de un bar. Una tras otra, con la excepción del día en que Lola, la camarera, y amor platónico, le sirve un bloody mary, de esos que le hacen reconciliarse consigo mismo.

Pasan los relatos bebida tras bebida hasta que se descubre qué es lo que intenta olvidar. Un amor que le dio de comer guisos que compartía con los vagabundos del barrio. Y es que, también en la novela negra, está siempre el amor y quien pierde. Incluido el apetito.

Nnegra

Acaba de celebrarse la séptima edición de Nnegra en Arona. Un encuentro entre la gente y los autores y, por ello, difícil de olvidar. Jorge, Ana María y Ana María, Juana y Nancy, fueron los primeros en romper el hielo e interesarse por El chef ha muerto. Jorge encontró la socarronería canaria en el protagonista, Ven Cabrerira. Y sí, la tiene y mucho.

En otro encuentro, Susana Hernández y yo nos sometimos a las preguntas de los estudiantes de varios institutos. Agudas y sin censuras. Un momento difícil, pero gratificante, que deja huella. Entre sus preguntas, una:

¿Se puede vivir de escribir?

Y en este momento no se puede vivir de casi nada (al menos legal), así que hay que hacer lo que te apasione, lo que te mueva a levantarte todos los días con ilusión e intentarlo. Eso sí, vale ya de la imagen del artista muerto de hambre, porque sin comer no se crea. Y lo creado vale, así que habrá que pagarlo.

Ya en la biblioteca y con público de todas las edades y géneros se abrió el debate junto con los escritores Alexis Ravelo, Susana Hernández y Javier Hernández y el periodista Eduardo García Rojas:

¿Se ha producido un cambio en la participación de la mujer en la novela negra en los últimos tiempos?

Y me parece que está claro que ya la mujer en la novela es mucho más que víctima o mujer fatal. Son protagonistas y deciden y son parte de la acción. Pero la novela refleja la sociedad en la que se escribe y  la falta de igualdad de oportunidades continúa sometiendo a personajes y a personas. Por eso, la novela negra tiene más sentido que nunca.

la estrategia del pequinés de Alexis Ravelo

«No existe literatura canaria, soy canario y orgulloso de ello, pero yo no hago literatura canaria, sino género negro».

Esto lo dice Alexis Ravelo, un escritor canario que maneja al detalle el género de la novela negra, esa que nos gusta porque, según él mismo explica, «es un análisis de la sociedad, que siempre está en crisis». La semana pasada presentó en Madrid su última novela, La estrategia del pequinés, con Editorial Alrevés. Hoy acabo de terminar de leerla y puedo contrastar sus palabras.

La historia discurre por la isla de Gran Canaria, especialmente por su capital, Las Palmas, un espacio que siempre me recordó a otro, quizás a La Habana, aunque con más color. Por eso, cuando el escritor Paco Gómez Escribano habló de ella durante la presentación, lo dijo claro: «esta historia podría haber ocurrido en cualquier sitio».

Sin embargo, lo que se come y se escupe en esta novela hace que no pueda ser que ocurra más que en Canarias.

«La mañana en que el Rubio lo telefoneó, Tito Marichal desayunaba leche con gofio y buscaba ofertas de trabajo en Internet».

A estas alturas pocos son los que desconozcan el valor nutritivo del gofio, esa harina de maíz o trigo tostada que al contacto con la leche caliente hace unos grumos mucho más excitantes que los cereales estadounidenses. Y a estas alturas, pocos desconocen que el Archipiélago canario tiene el índice de desempleo más alto de España. Y quizás el porcentaje más alto de desesperanza para encontrar un nuevo empleo.

Y Tito Marichal se busca la vida. Quiere abrir una cafetería y el Rubio le promete una buena cantidad en un trabajo supuestamente fácil. Y decide tirar hacia adelante mientras comen:

«un gofio escaldado, papas arrugadas, queso y puntillitas. Mientras esperaban a que llegara la morena frita (hay que hacerla lento, para que se bizcoche bien, si no, es pura grasa)».

Cuenta Ravelo que él quería escribir una historia de amor, pero más que amor, veo el último clavo ardiendo del que agarrarse y una sangría que demuestra que todo paraíso, aunque sea el de las Islas Canarias cantadas por poetas desde la Antigüedad, tiene su infierno.

NNegra en Arona (Tenerife)El próximo 15 de mayo de 2013 el escritor Alexis Ravelo presentará en el festival de novela negra NNegra en Arona (Tenerife) la novela El Chef ha muerto en el Centro Cultural de Los Cristianos a las 18.30 horas.

Este año, NNegra está dedicado al papel de la mujer a lo largo de la historia de la novela negra y a las escritoras que trabajan el género. Y, para ello, han contado con la presencia de la escritora Susana Hernández, que acaba de publicar Contra las cuerdas, y con la autora nórdica Mari Jungstedt.

Para mí es un auténtico lujo estar en mi tierra con estas dos grandes del género, con las que compartiré una mesa redonda el 17 de mayo titulada «Algo más que fatal» en la que descuartizaremos obras clásicas y modernas, editoriales y autores. Porque hay más que rubias fatales.

vivir_de_noche

Vivir de noche tiene sus normas, dice Dennis Lehane en su última novela. El género negro, también y él las aplica de maravilla. Ha sido mi libro de estas vacaciones y me ha dejado el paladar con el gusto a buen ron, a arroz con pollo y a una historia que suena cada vez más cercana: la crisis del 29 en Estados Unidos y la Ley Seca.

Un gánster, que comenzó en la adolescencia cuando aceptó dinero del diario Globe para incendiar un puesto de venta de la competencia, el Standard, se mueve de Boston, tras pasar dos años en la cárcel, a Tampa para controlar el mercado del ron. Allí se relaciona con los cubanos y allí se hace el rey del mambo. Crueldad, venganzas y matanzas, pero sobre todo amor, porque esta novela gira en torno a su enamoramiento de dos mujeres, que son quienes de verdad hacen que su vida vaya en un sentido u otro.

Cuando se enamora de la primera, el gánster para el que trabaja le dice:

-¿Sabe cocinar?

-Sí -afirmó Joe, aunque la verdad es que no tenía ni idea.

-Eso es importante. Da igual si lo hacen bien o mal, lo que cuenta es que se pongan.

En la mesa se puede encontrar el mayor placer, pero, cuando se junta a un padre poli, a su hijo gánster y a su novia de dudosa reputación, la tensión es el plato principal. La comida les da un respiro:

«Llegaron a la mesa los segundos platos, y los tres dedicaron los siguientes veinte minutos a comentar la calidad de la carne, de la salsa bearnesa y de la nueva moqueta del restaurante».

Según llega a Tampa le llevan a tomar una limonada y:

«No estaba seguro de que fuera la mejor que jamás había probado, pero aunque lo fuese, no dejaba de ser limonada. No era fácil entusiasmarse con una puta limonada».

La llegada a este nuevo lugar le introduce en nuevos sabores, los cubanos de la ropa vieja, las judías negras, el arroz con pollo y el arroz amarillo, y en un nuevo lío:

«La primera vez que hicieron el amor fue como un choque de trenes. Se crujieron mutuamente los huesos, se cayeron de la cama y se llevaron una silla por delante y, cuando él la penetró, ella le clavó los dientes en el hombro con tal fuerza que le hizo sangrar. La cosa duró menos de lo que se tarda en secar un plato».

El manejo del humor y la muerte de Lehane se nota en frases como esta:

«Tim Hickey se cortaba el pelo una vez a la semana en Aslem’s. Un martes, algunas de sus guedejas de pelo se le metieron en la boca cuando le dispararon en la nuca».

Las notas históricas están bien salpicadas en la novela, que habla de Sacco y Vanzetti, y de una crisis que se llevó por delante a 13 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos y en la que cerraron más de 300 bancos. Y en esos momentos, solo el mercado del vicio permanecía boyante.

«Mientras el resto del país hacía cola por un plato de sopa y pedía limosna, los ricos seguían siendo ricos. Y ociosos. Y aburridos».

Y para acabar, otra frase muy actual dicha por el gánster:

Un prestamista le parte la pierna a un tío porque no paga sus deudas, y un banquero le quita la casa a alguien por el mismo motivo. Tú crees que son diferentes, como si el banquero se limitara a hacer su trabajo y el prestamista fuese un criminal. Yo prefiero al prestamista porque no intenta parecer otra cosa.

 

Últimos días en el Puesto del Este

Me gusta leer una novela del tirón. Un novela que cuente lo esencial y que te envuelva durante cuatro horas en la mirada y en la cabeza de su autor. Y con Últimos días en el Puesto del Este lo conseguí. Una cascada de pensamientos y emociones en una situación límite, de sitio, que es falta de libertad y acecho de los otros. Una cascada, como la melena de su protagonista,  la Polaca. Una mujer que acompañaba sus mañanas triviales con champán y sus tardes de ilusión de amor con ginebra. Y que, a la vuelta de la esquina, se encuentra masticando el cuero, «hasta que se agarrotan las mandíbulas y las sienes».

Cristina Fallarás ha escrito esta novela que es hambre. Es decir, ausencia. Ya no está el capitán, ni el orden, ni lo que permitía que todo funcionara con cierto respeto. Es la retaguardia de una guerra, la más difícil, en la que se combate con la naturaleza propia, y la de los otros. Especialmente la envidia, esa que corroe porque al ver a la Polaca ven una naturaleza intacta, que sigue amando, aún en tiempo de guerra.

La salida al hambre es una rata o la mezcla de arcilla y harina, o la combinación de agua, cal y manteca simulando leche. También un cuento, en el que un bufón consigue ser príncipe gracias a una bola de opio que toma como un caramelo de limón.

Últimos días en el Puesto del Este es una cascada que acaba como la melena de su protagonista, la Polaca, rapada. Una novela para tomar de una dosis, como el cianuro, y para reconocer que su autora es una de las grandes de la novela negra española.

Aquí está mis lecturas recomendadas para las fechas navideña en Tinta de Calamar.