Archivos de la categoría ‘Literatura y gastronomía’

Hoy en La boca del libro aparece una entrevista muy veraniega en la que me preguntan el sabor de algunas novelas. Aquí está lo que me sugieren algunas letras en el paladar:

Yanet Acosta: «En la novela negra clásica se bebe más que se come»

Escritora, periodista y profesora universitaria. Es directora de la plataforma de formación académica en comunicación y gastronomía The Foodie Studies y autora de las novelas El Chef ha muerto (2011) y No hay trabajo bueno (2013) y del libro de relatos ilustrado Noches sin sexo (2014). Ha participado en la elaboración de El mundo del vino de la editorial Larousse (2013) y ha colaborado con el cocinero Paco Roncero en la escritura y creación del libro Correr, cocinar y ser feliz (2014) publicado por Ediciones B. Es fundadora del fanzine gastronómico enCrudo y ha colaborado como columnista en la Cadena Ser, así como en los periódicos El Mundo, El País Público y en las revistas nacionales Sobremesa, Spain Gourmetour, Distribución y Consumo El Gastronómico y en las internacionales Status (Brasil) y Mundo Gastronómico (México). Fue responsable de la información gastronómica en la Agencia Efe durante nueve años y ha sido profesora universitaria en el Centro Universitario Villanueva, en la Universidad Camilo José Cela y en la UCM, donde fundó el Curso de Experto en Periodismo Gastronómico y Nutricional.

1.- Literatura y gastronomía. ¿Qué tienen en común?, ¿por qué es importante divulgar y fomentar ambas especialidades como un binomio? 
     Desde los comienzos de la literatura con la epopeya del Gilgamesh existen referencias a la gastronomía. Comer forma parte de un hecho cultural social que de una manera u otra aparece reflejado en la literatura.
2.-Este año en Madrid, se ha celebrado por primera vez el Festival Archigula, que conjuga literatura y gastronomía. ¿Tuviste la oportunidad de acudir?, ¿qué autores participaron?
     Es una iniciativa fantástica de APunto y el momento más emocional fue el del recuerdo de Maruja Torres dedicado a Manuel Vázquez Montalbán, el autor que nos enseñó mucho de gastronomía a los españoles durante la Transición a través de sus novelas protagonizadas por Pepe Carvalho.
3.-El Chef ha muerto se publicó en 2011, No hay trabajo bueno en 2013, la antología de relatos Noches sin sexo, en 2014. ¿Qué le lleva a una profesora, periodista y profesional de la gastronomía a ser escritora?, ¿cuándo comenzaste a interesarte por la escritura y por qué?
     Yo soy escritora. Enseñar es compartir experiencias y ser periodista, una forma de ganarse la vida, ahora mismo, ya no tan buena.
 
4.-El Chef ha muerto es novela negra. ¿De qué trata? ¿Crees que este género y la gastronomía han estado siempre relacionados?
     El investigador privado Ven Cabreira tiene que esclarecer las circunstancias de la muerte del mejor cocinero del mundo, que apareció asfixiado por la ingesta de pulpo vivo en una isla de Corea del Sur (un plato tradicional coreano). En su búsqueda de sospechosos viaja a los mejores restaurantes de Europa haciéndose pasar por un inspector de la guía Michelin, aunque Ven es un tipo que sólo se alimenta de fabada enlatada.
     En la novela negra clásica se bebe más que se come, pero siempre ha existido una estrecha relación. En los últimos años se ha dado un paso más allá con la aparición de un subgénero: novela negra gastronómica. Desde la aparición de El Chef ha muerto, a finales de mayo de 2011, han aparecido nuevas novelas negras gastronómicas como Fabada a muerte en Cocina Fusión de Falsarius Chef y Gran soufflé de Lola Piera. También con un tinte futurista se encuentran Los insaciables de Jakob Gramss y El vasco que no comía demasiado de Óscar Terol. La última que se suma a este lío gastronómico literario es El aroma del crimen de Xabier Gutiérrez.
5.-¿Podrías recomendarnos una tapa para degustar El Chef ha muerto mientras leemos?
     Cada capítulo de la novela tiene el nombre de un plato y muchos lectores han propuesto la receta,pero por ejemplo podrían ser unas fabes con pulpo en su tinta. Es una receta de Rafa Prades y la grabamos para un programa piloto de literatura y cocina con Juanjo Castro:
6.-La literatura está plagada de extractos culinarios y gastronómicos. ¿Podrías citarnos algunos ejemplos de las novelas más características?
     Hay muchos, desde un clásico como Pérez Galdós, que en Misericordia hace un retrato de la pérdida de la clase media a finales del siglo XIX tomando como protagonista y ejemplo a una cocinera o a otro clásico comoJoyce que describe a su personaje principal en Ulises de la siguiente manera:
 “El señor Leopold Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves. Le gustaba la sopa espesa de menudillos, las mollejas, de sabor a nuez, el corazón relleno asado, las tajadas de hígado rebozadas con migas de corteza, las huevas de bacalao fritas. Sobre todo, le gustaban los riñones de cordero a la parrilla, que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa”.
7.-Has viajado mucho, Japón, Estados Unidos, México… ¿qué escenario es el más evocador para crear una novela donde se conjugue la gastronomía y el género negro?
     Cualquiera es válido, solo hay que escribirlo de forma seductora. No obstante, tengo muchas ganas de poner como escenario a una de mis novelas negra gastronómica la ciudad de Bangkok, como homenaje a Manuel Vázquez Montalbán.
8.-¿Qué plato asociarías a una novela que te haya dejado un mal sabor de boca?, ¿y una novela que se asocie al sabor umami?
     Algo quemado. Murakami es umami puro.

umbra.org
9.-¿Qué novela te parece un postre y por qué? 
     La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro porque es dulce como el enamoramiento al final de una  larga vida.
10.-El 30 de abril presentaste en Santa Cruz de Tenerife la antología Noches sin sexo. ¿Qué podemos encontrarnos en este libro?
     Relatos breves y microrrelatos muchos de ellos inspirados en momentos gastronómicos en los que el humor negro está muy latente.
11.- Por último, ¿qué novela nos recomendarías que nos aportara un sabor salado?, ¿y agrio?
     Las mejores novelas, como las mejores comidas ofrecen un equilibrio entre los cuatro sabores primarios: dulce, salado, ácido y amargo, además del umami, que es el quinto sabor. Un plato completo es el que conjuga esto con diferentes texturas, una novela, lo mismo. El chino de Henning Mankel, lo tiene todo, pero también otras muchas novelas más, clásicas y contemporáneas.

¿novela negra canaria?

En estos meses he tenido la suerte de viajar con frecuencia a mi isla, Tenerife, desde la ciudad en la que vivo hace 20 años, Madrid. He visto al escritor Javier Hernández con el que participé en Tu Santa Cruz Noir, conocí a Dulce Xerach con la que participé en Ovejas negras y por último he estado en la Feria del Libro de Santa Cruz. Y en todas las conversaciones salió Alexis Ravelo, el escritor grancanario y premio Hammett de novela negra.

La pregunta era inevitable: ¿Existe la novela negra canaria?

Y solo me hizo falta ver lo que comían y bebían sus personajes para llegar a una respuesta.

En Robo en Sao Paulo, su protagonista, la policía nacional María Anchieta se entusiasma desayunando huevos con bacon en los hoteles, aunque minutos más tarde caiga sobre ella el peso del remordimiento (y de la grasa). Anchieta es mujer de restaurantes, que se pasea entre los de Sao Paolo y Tenerife, tomando tapas y copas de vino, además de alguna que otra caipiriña y whisky (sin especificar marca, así que se ve que lo toma de urgencia y no es un hábito, porque no hay bebedor de whisky que no lo sea de una marca que defiende a capa y espada).

Mat, el protagonista de Los Ojos del Puente de Javier Hernández, más que comer, bebe y siempre Jack Daniel’s, un Tennessee whisky que se diferencia del bourbon solo en el filtrado, pero que es eso precisamente (y la etiqueta creo yo) lo que lo hacen tan especial, tan negro y tan evocador.

En la novela de Alexis Ravelo, Las flores no sangran, no hay un protagonista, hay varios. Es una novela coral de desarrapados made in Canarias que se ganan la vida como pueden pero que quieren hacer algo grande para retirarse: un secuestro imposible. Y se relamen con el plato que a muchos de los canarios nos recuerda a nuestra infancia, a nuestra madre y a nuestro origen: papas con carne.

Se trata de un plato básico y popular, pero entrañable. Después de leer la novela tuve que llamar a mi madre para que me recordara la receta, esa que nunca apunto, porque lo que más me gusta es que ella me diga cómo lo hace. Y ella, cada vez, cambia la receta. La hace más fácil y más rápida.

Después de este primer análisis, subjetivo y superficial, si así se quiere ver, mi respuesta a la pregunta es clara. Que hayamos nacido en un lugar puede ofrecer un mismo escenario para unas novelas que nada tienen que ve la una con la otra. Y seguí preguntándome: ¿Pero es que hay un tipo de novela negra  española?

Cuando leí Robo en Sao Paulo, la novela con la que se estrena Dulce Xerach, me sorprendió, sobre todo, que frente a la escritura del desánimo y de escepticismo y descrédito de la autoridad que solemos hacer gala los escritores negros en nuestras novelas, esta autora escribe del político bueno. Asegura que existe frente a los malos y en su novela da atisbos de confianza de que sean los mejores los que representen la autoridad.

Los ojos del puente es una recreación de la novela negra histórica, mientras que Las flores no sangran para mí está más cerca de la novela galdosiana que de la chandleriana.

Así que no hay un tipo, hay muchos tipos y muchas formas de entender este género que en común, al igual que con el resto de obras literarias que así se puedan llamar, tienen la evasión como uno de sus más importantes objetivos. Eso sí, muchas son las novelas policíacas, negras o criminales que siguen reglas de género que para autores como Andreu Martín son imprescindibles (además, detalla buena parte de ellas y de forma muy documentada en su último libro Cómo escribo novela policíaca).

Yo, sin embargo, cada vez leo más literatura y menos género, aunque escuche como siempre los tópicos de género y nacionalidad.

Y, por supuesto, creo que ya es frecuente que cualquiera (sea lector o comensal) disfrute tanto del bacon en el desayuno de hotel, del Tennessee whisky y de la carne con papas como de un tipo de novela u otro ya sea negra, criminal, policíaca, galdosiana o chandleriana.

El baile de los penitentes de Paco Bescós

Conocí a Paco Bescós en la cola de una librería esperando para pagar. Me dijo que era escritor y que su novela (El baile de los penitentes) estaba inspirada en Calahorra, una población riojana entre urbana y rural. Así que antes de pagar cogí también su novela, porque la ambientación rural para el noir me encanta. Y flipé con la descripción que hace del juego de los borregos que se celebra en dos casinos solo las noches de jueves y viernes santo en esta ciudad de La Rioja conocida por su buena verdura. Allí casi nadie gana, pero todo el mundo pierde.

A través de la novela, Paco nos va metiendo esa sensación en el cuerpo. Para ello utiliza imágenes en las que nos presenta a una familia empobrecida con padre ex-alcohólico y adolescente peligrosa en la que la madre ofrece a mediodía unas judías verdes, que aunque el escritor no las describe las siento excesivamente cocidas, con hilachas y algo frías.

Por contra, en el hogar de la teniente de la Guardia Civil, Lucía Utrera, huele nada más entrar a una deliciosa menestra de verduras hecha con esmero por su marido, un francés complaciente, que atiende a sus dos hijos y lee mientras ella se bate en el Cuerpo.

Esa menestra, que el autor tampoco describe, la imagino con cuatro o cinco verduras (acelga, guisante, alcachofa, espárrago y zanahoria), cocidas cada una de ellas por separado, en su punto. Unidas todas por una salsa ligeramente untuosa y sabrosa y salpicada con pequeños trozos de jamón crujiente.

Y es que cuando un escritor te pone en ambiente tu imaginación vuele incluso más allá de las descripciones y que te saltes algunas de ellas porque esa imagen ya la has visto más de una vez. Esto otro ocurre cuando habla de un concurrido restaurante de la ciudad:

Un restaurante con remates en madera de pino. Una ebullición de camareros entra y sale con un número insólito de platos sobre millones de antebrazos. Cochinillo. Cordero. Zancarrón. Bacalao. El movimiento se produce a tal velocidad que mezcla los sabores. Los aromas conviven despertando la necesidad en las bocas.
En definitiva, El baile de los penitentes es una muy buena opción para ambientar la Semana Santa. Y, también, la menestra de verduras. Por mis manías personales no pongo ni zanahoria ni jamón. Me gusta que todo sepa verde, así que la elaboro con alcachofa fresca, espárragos frescos, acelgas (hojas y pencas) y guisantes frescos. Por ello, el momento de hacerla es en primavera, para poder tener todas estas verduras en el mercado. Hay que cocer cada una de ellas por separado (en el caso de las acelgas, las hojas por un lado y las pencas por otro) para que tengan su adecuado punto de cocción. Después se elabora una salsa ligera con mantequilla, cebolla cortada finamente y ajo y un poco de harina de garbanzos a la que se le añade el agua de la cocción de una de las verduras. Por encima, perejil picado espolvoreado. Y ya está.
¡Feliz descanso para Semana Santa!

Festival Archigula Literatura y Gastronomía El chef ha muerto

«Maruja Torres, Manuel Vázquez Montalbán (MVM) y Terenci Moix eran el trío inseparable», me cuenta el periodista Antonio Castillejo  mientras comemos unos Ssam coreanos de chicharrón dominicano en Salsa Diablo en Madrid. De los tres escritores, solo queda Maruja para recordar los pensamientos y vivencias juntos. En esta ocasión, las memorias que le traen uno de los míticos y queridos autores de la novela negra, MVM. La última cena que les preparó Manolo antes de irse a aquel viaje en el que se encontró con la muerte y de cómo le acompañó durante su vida su alter ego Carvalho. Castillejo organiza para APunto Librería el primer festival en el que se unen literatura y gastronomía. Un autor habla de cocina en la literatura y un cocinero cocina lo que habla.

A las seis de la tarde estaré mañana en APunto, esperando nutrirme no solo de los alimentos que pasarán por las manos de Sacha, sino de los recuerdos de Maruja Torres y de las nuevas historias de novela negra gastronómica de Xabier Gutierrez que este mes presenta  su novela «El aroma del crimen».

El programa completo lo podéis consultar aquí, pero les adelanto que entras escritoras estarán Carmen Posadas, Almudena Grandes y Dolores Redondo, y entre otros cocineros, Abraham García (un chef literario donde los haya), Jesús Almagro y Unai Camba.

¡A saborear la literatura! Enhorabuena a las ideólogas de este invento gastroliterario, las periodistas Sara Cucala y Ana Lorente.

La puerta de Negra y Criminal. BCNegra. Foto:  Laura Muñoz Hermida

La puerta de Negra y Criminal. BCNegra. Foto: Laura Muñoz Hermida

Como cada año, el centro neurálgico de la gran reunión que es BCNegra es la librería Negra y Criminal. Y el día clave, el sábado. El pasado, 31 de enero, aquello era un hervidero. Yo llegué con ganas de escuchar al último Dashiell Hammett, el grancanario Alexis Ravelo, pero la presentación de su libro «Las flores no sangran» había sido exprés, como el secuestro que se planea en su libro.

Muchos escritores tomaban sus asientos para firmar. Solo una estaba en el interior de la librería, Anne Perry. Estaba acatarrada y prefirió huir del frío con un caldito de Montse Clavé, la librera de Negra y Criminal, y sentarse en mesa y silla de madera. Recibía a la gente con sonrisa perfilada, en paz. Daba la sensación de que había estado allí toda la vida.

El resto de autores se movían de un sitio a otro. Saludaban, se tomaban fotos, entraban y salían de sus lugares asignados en la calle de la Sal para firmar. Cristina Fallarás llegó con su hija Pepa y allí estaba yo, con mi hija de cuatro meses, Lúa.

Muchos lectores, sobre todo lectoras, compraban sus ejemplares y pululaban entre los autores, dentro y fuera de la librería. Paco Camarasa se movía saludando y presentando a unos y a otros, haciendo de buen anfitrión. En un momento se quedó mirando y exclamó: ¡Pero si hay más agentes literarios que autores!

No obstante, también había algunos editores. Entre ellos, Carlos Pujol, nuevo en AlRevés, quien justo después de presentarnos, me preguntó: ¿Pero dónde están las mujeres escritoras?

Desde ese momento me quedé pensando dónde estamos las autoras. En las fotos de las reuniones de escritores del género siempre aparecen tíos. Todos buenísimos (escritores, digo), pero no es fácil encontrar mujeres, aunque cada vez se vayan viendo algunas más. Entonces me observo para ver si puedo contestar la pregunta.

En 2011 publicaron mi primera novela, El chef ha muerto. En 2013, la segunda, No hay trabajo bueno. En 2014, la antología de relatos Noches sin sexo. A esto hay que sumar varios centenares de páginas más que me fueron encargando editoriales y universidades (El Mundo del Vino de Larousse, 2013; Correr, cocinar y ser feliz, 2014, que acaba de ser premiada con el Gourmand Cookbook Award) , así como artículos, ponencias y clases.

En ese periodo, sin embargo, pude haber escrito más literatura. Estoy segura. Pero la prioridad fue otra. Meter mano a lo que fuera, cual pescadera, manchándolas hasta los codos.

Y, pese a todo, aquí estamos. Con la ilusión de poder encontrar en la próxima BCNegra alguna esquina en la calle de la Sal donde poder compartir algo nuevo, con muchos y muchas más del género.

Literatura y gastronomía. Sascha Arango En mi afán de encontrar el uso que hacen los escritores de la gastronomía como herramientas para definir personajes me he encontrado con La verdad y otras mentiras, la primera novela del afamado guionista berlinés Sascha Arango. Es una historia con un toque de policial y un estilo (en la primera parte del libro) que podría recordar a Houellebecq y en la segunda al tono de la serie estadounidense Breaking Bad. El autor muestra al protagonista de la novela, Henry Hayden, utilizando muchos recursos, entre ellos, su comida. Siempre que estaba en un restaurante pedía, sin mirar la carta, un filete con patatas. Desde luego, esta forma de comer define a un cretino o a un tipo que se esconde tras una supuesta idea de normalidad. Pues en casa, sin embargo, elaboraba delicadas recetas como la de medallones de rape con espuma de Riesling o faisán que trinchaba con esmero. Además, cuando había que ligar, no escatimaba esfuerzos para encontrar el mejor restaurante:

En Verger en Puig d’Alaró, en Mallorca. Henry, tozudo, se había encaramado por una pronunciada cuesta (…). Tras una ascensión eterna y empinadísima, por veredas estrechas y sinuosas, llegaron a la madre de todos los restaurantes de montaña, donde comieron el cordero más delicioso de su  vida. Aquella noche, Betty estaba convencida de ello, engendraron a su hija.

Esta forma de identificar un personaje puede resultar arriesgada por lo increíble que puede llegar a ser, pero el protagonista de esta novela lo es. Un escritor que no ha escrito ni una sola línea, un hombre que nunca habla de su pasado, un perdedor que triunfa. En la novela, la comida además es utilizada por el autor para explicar la forma de pensar del protagonista. Un pastel de ruibarbo es el dispositivo para desarrollar su filosofía vital, la que explica que prefiera el castigo a la recompensa:

Henry habría preferido que lo torturaran. El ruibarbo le había parecido siempre una verdura de los más amarga. Alguna gente la utilizaba para elaborar una gelatina asquerosa con la que ludo les hacían la vida imposible a niños indefensos en los comedores escolares. Su experiencia a lo largo de su odisea por varios internados e instituciones disciplinarias había sido siempre la misma: cada falta tenía su castigo y, como recompensa, compota de ruibarbo.  

El personaje, sin embargo, come a solas, en la intimidad, su bocado favorito: una albóndiga en la calle entre la estación y las putas, que al lector le parece tan grasienta y asquerosa como sus «brillantes» planes.

Henry se dirigió a su puesto de comida rápida preferido y se comió una albóndiga. Era el momento de elaborar un buen plan y allí era donde se le ocurrían las mejores ideas.

La gastronomía sigue siendo un elemento clave en la literatura y Sascha Arango lo demuestra con La verdad y otras mentiras.

Alexis Ravelo, Dashiell Hammett 2013

Alexis Ravelo, Dashiell Hammett 2013 y Yanet Acosta tras la presentación en Madrid de La estrategia del pequinés

Una de las mejores noticias del verano ha sido que el escritor Alexis Ravelo ha obtenido el premio Dashiell Hammett a la mejor novela negra publicada en 2013 por La estrategia del pequinés (Alrevés). Mi felicidad se podría deber a que es canario como yo o porque es un amigo, pero para nada, estoy contenta porque se lo ha llevado un gran escritor. 

A modo de celebración, traigo a este blog uno de sus personajes al que, según él, prefiere dejar enterrado, Eladio Monroy, quien fue su primer alter ego literario, y la novela Tres Funerales para Eladio Monroy editada por Anroart Ediciones.

En esta novela se ve la semilla de las que vendrían después y sobre todo el éxito de uno de sus objetivos, trascender los localismos, con una historia que aunque esté ambientada en Las Palmas de Gran Canaria, bien pudo suceder en cualquier otro lugar del mundo porque la mierda está en todos sitios y se manifiesta por igual.

Eladio Monroy es un justiciero, a su manera, pero no es un perdedor. Entre el miedo a morir y la ira que le envenena la sangre y le saca el chulo que todos llevamos dentro, le puede la la última, que para el resto de los mortales es valentía y que para él es justicia.

Es un tipo humilde que sabe cocinar. Por lo menos a Gloria, la parienta que vive un par de pisos encima de él, le vuelve loca cómo prepara “los calamares compuestos”. Ella le pide que se los cocine, y es el único momento en el que solícito cumple con lo que alguien le dice que tiene que hacer. 

“Entró en la cocina y se puso a limpiar los calamares para cortarlos, tarareando algo de seguro completamente distinto a lo que oía (…)

Una vez cortados los calamares, picó cebolla, ajos y pimientos y los puso a sofreír con aceite de oliva y laurel. Mientras los dejaba atontar a fuego lento empezó a cortar unos tomates preguntándose para qué leches lo querría su ex”.

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En esta novela no deja de aparecer el tan necesario centro de reunión que aparece en cualquier novela negra, el bar cercano, el de la esquina. En este caso, el de Casimiro. Con los mismos parroquianos y tan cutre como el que pudiera mencionar Chandler, aunque con el toque de la metáfora gastronómica canariona:

“Casimiro se peleaba a cuchillazo limpio con una pata de jamón que estaba más seca que la compresa de un drag queen”.

Otro acento canario que se puede encontrar en el novela es precisamente la útil definición de la palabra “godo”:

“El godo es un tipo especial de peninsular, un tipo determinado. Del que viene y no para de hacer preguntas como si el mundo aquí fuera totalmente diferente y por descontado peor que en su tierra de él”.

Y otro guiño canario más con el que es difícil no coincidir plenamente:

—Eso no es lo mejor de Arucas (la iglesia neogótica).

—¿Y qué es lo mejor de Arucas?

—El ron. Hacen un ron cojonudo.

Y con un ron de Arucas brindo yo por un colega y su merecido premio. Pena que no tenga asignación económica, porque así no le voy a poder pedir ni siquiera que me invite.

¡A seguir comiendo chopped, amigo, aunque con premio en mano! Enhorabuena, Alexis Ravelo, premio Dashiell Hammett a la mejor novela negra publicada en 2013.

Otras entradas:

 

La estrategia del pequinés de Alexis Ravelo, el canario del género negro

La injusticia del mundo y del Planeta: La última tumba de Alexis Ravelo

Misericorida: la desaparición de la clase media contada por una cocinera de Galdós

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Hablar de Ágatha Christie en los círculos del género negro es como mentar al diablo. Se la considera una escritora burguesa, con escritura diarréica y con tramas poco creíbles. El caso es que, sin embargo, sus novelas se siguen vendiendo y reeditando en todo el mundo y es raro quién no haya tenido una entre sus manos, ya sean aficionados o no al género negro. A mí me cayó una en un verano. Creo que tenía 14 años y que se titulaba Poirot en Egipto.

El otro día, en la Cuesta de Moyano de Madrid me saltó a los ojos su Autobiografía y la compré siguiendo un impulso. En ella escribe lo que le da la gana acerca de su vida que, efectivamente, fue la de una burguesa. Sin embargo, hay muchos aspectos que me han llamado la atención, como la inmensa libertad con la que actuó toda su vida, independientemente de ser mujer.

La educación

Su madre y su hermana le leían historias de Sherlock Holmes. La primera, El carbunclo azul. También leían a Walter Scott y Dickens. Junto a su hermana leyó la primera novela policiaca El misterio del cuarto amarillo de Gaston Le Roux. Luego, las historias de Arsenio Lupin de Maurice Leblanc.

No estudió en la Universidad, porque en aquella época las mujeres recibían otro tipo de educación que Christie ensalza como la idónea. En casa, estudiaba lo que quería, como piano, canto y aritmética. Después pintura, bordado, francés. Más tarde fue a un colegio como interna, pero nunca le preocupó tener ningún certificado o diploma. La pieza más importante en su educación fue su madre, para quien sus hijas podrían hacer de todo:

—Claro que puedes hacerlo. ¿Por qué no? Si siempre estás pensando que eres incapaz, entonces nunca lo harás.

Quizás por ello, una de sus aficiones fue la natación en el mar, caminar campo a través o hacer surf. También conducir su propio coche fue algo que la apasionó, así como viajar. Con su primer marido dio la vuelta al mundo. Tras divorciarse viajó sola a Oriente Medio en el mítico Orient Express y cuando se casó por segunda vez con el antropólogo, viajó y vivió en muchas ciudades y pueblos de Oriente Medio.

«Lo que ha permanecido más claro en mi mente son los lugares. He estado allí. Siento un estremecimiento de placer; un árbol, una colina, una casa….».

«Me parece que la enseñanza es satisfactoria solo si suscita una respuesta. De nada vale la mera información, pues no aporta nada distinto de lo que ya se tiene».

«No hay mayor error que ver u oír las coasas a destiempo. Aprender a Shakespeare en la escuela es una barbaridad, está escrito para verlo en escena».

«Nunca se es demasiado viejo para aprender. Siempre queda algún aspecto sin considerar».

La escritura

«Me ha costado expresarme. Probablemente ésta es una de las causas que me han convertido en una escritora».

En su autobiografía relata cómo empezó a escribir:

«Un día desapacible de invierno estaba en cama, convaleciente de la gripe. Me aburría. Había leído muchos libros, intentando trece veces acabar un solitario y ordenado un rompecabezas. Estaba dándome una mano de bridge, cuando asomó mi madre.

—¿Por qué no escribes un cuento?»

Y escribió «La casa de la belleza». Después escribió otros cuentos y una novela que envió a un escritor amigo de la familia, quien tuvo la delicadeza de darle unos estupendos consejos que todavía muchos podrían seguir:

«Has escrito algunas cosas estupendas; tienes grandes dotes para el diálogo, deberías cultivarlo para que sea natural. Procura suprimir toda moralización; te gustan mucho, pero resultan aburridas. Deja sueltos a los personajes para que hablen por sí mismos, en lugar de sugerirles lo que tienen que contar y explicar al lector lo que quieren decir. Que lo juzgue quien lo lea. Presentar dos tramas es un defecto propio del principiante. Pronto te dolerá malgastar así los argumentos».

Para Christie, sin embargo, escribir no era más que una afición creativa, «la sucesión natural al bordado de cojines». De hecho, casi siempre que le preguntaban cuál era su profesión escribía «mis labores»:

«La creatividad se maniefiesta de muchas formas: bordando, cocinando platos especiales, dibujando y esculpiendo, componiendo música y escribiendo libros y cuentos. La única diferencia es que se logra más fama de una forma que de otra».

Su primer trabajo fue en el hospital durante la I Guerra Mundial. De enfermera pasó al dispensario y se formó para ello en venenos, medicinas y otros ungüentos. Y fue allí donde se le ocurrió por primera vez escribir una novela policíaca. Y en esa primera novela, El misterioso caso de Styles, aparece ya el detective belga Hércules Poirot. Fue la primera novela que le publicaron.

En ese primer contrato, se comprometió sin saberlo, a escribir cinco más y a percibir unos mínimos ingresos por sus derechos de autor: «Nada de eso significaba gran cosa para mí: lu único importante es que se publicaría».

Para crear personajes Agatha recomienda: «Alguien a quien ves en un tren o en un tranvía es un buen punto de partida, porque a partir de ahí puedes crear un personaje a la medida de tus deseos». No así, si te inspiras en alguien a quien conoces.

«El tema amoroso es una pesada carga en una novela policíaca. El amor en mi opinión debe dejarse para las novelas románticas. Forzar una intriga amorosa en lo que debe ser un proceso científico es apartarse del camino recto».

«Un autor no es una persona competente para criticar».

«Es evidente que existe una longitud adecuada para todo. Para mí, la extensión apropiada de una narración policíaca es de 50.000 palabras».

 

 

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El estómago de Agatha Christie

En su Autobiografía, Agatha Christie, no para de hablar de comida. Recuerda desde las primeras comidas en su casa hasta las últimas. Las más deliciosas y las más asquerosas. Las que le llevaron a tocar el cielo y las que casi le envenenan. Es una vida de recuerdos gastronómicos.

Recuerda que en su casa sus padres ofrecían durante su infancia cenas fastuosas a sus invitados. Eran menús para 10 personas y un menú podía comenzar con una sopa o un caldo y, luego, rodaballo o solomillo. Después un refresco de fruta y tras él algo inesperado como langosta a la mayonesa. Como postre, flan, tarta rusa y fruta.

En Navidad, el banquete lo componía una sopa de ostras, rodaballo, pavo guisado y asado, solomillo, budín de ciruela, pasteles, tarta y trufas (Agatha Christie relató este menú en uno de sus relatos: El pudding de Navidad).

«No recuerdo haberme puesto mala o tener un cólico al día siguiente. Comía a dos carrillos».

Estos eran los buenos momentos, pues cuando la economía de la familia decayó, la comida tuvo que acomodarse.

«No hay duda de que la nata es lo que más me ha gustado, me gusta y me gustará». Aunque se lamenta «Desgraciadamente ya no se encuentra aquella nata, al menos como era antes, cuando se quitaba en capas de la leche caliente y se ponía en un tazón de loza con su lado amarillo arriba».

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En Canarias

Tras su divorcio, Agatha Christie pasó una temporada entre Tenerife y Gran Canaria, donde escribió El misterio del tren azul. Esta es la primera novela que escribe según ella de forma profesional, pues es la primera que hace sin ganas. Estaba bastante deprimida y escribía sin alegría ni inspiración, solo le movía ganar algo de dinero. De Tenerife asegura que no soportaba la bruma de cada tarde ni las playas volcánicas en pendiente, aunque la Orotava, donde estaba su hotel, le pareció «una ciudad encantadora con flores maravillosas que crecían por todas partes». Sin embargo, Las Palmas de Gran Canaria le fascinó.

Sobre la mujer

«La situación de las mujeres ha empeorado con el correr de los tiempos; nos hemos comportado como unas tontas. Hemos gritado que nos dejen trabajar como a los hombres, quienes han aceptado de mil amores, pues no son tontos. ¿Por qué sustentar a la esposa? ¿Por qué no se sustenta ella sola? Quiere hacerlo, pues que lo haga. Es triste, que después de haber creado nuestra imagen de sexo débil, nos hayamos colocado al mismo nivel que las mujeres de tribus primitivas que trabajan todo el día en los campos, andan kilómetros…mientras que el suntuoso y ornamental varón abre la marcha sin más carga que un arma mortal para defenderlas».

Una gran frase

«La medicina, como todo en este mundo, depende en gran parte de la moda».

Entendiendo

Hace mucho que no leo una novela de Agatha Christie. Creo que después de aquel verano pude haber leído una o dos más, porque ciertamente, el ambiente en el que están situadas aburre bastante al lector contemporáneo. Sin embargo, su figura me parece reseñable. En una época en la que las mujeres se ocultaban tras pseudónimos ella firma con su propio nombre. Esto fue una idea del editor, puesto que ella misma ya tenía su nombre de hombre para poder publicar. Sin embargo, fue un acierto dejar el de mujer puesto que sonaba «más comercial». Ella es casi uno de los resquicios de la sociedad victoriana, y aunque vivió las dos guerras mundiales y vivió durante el siglo XX, lo que transmite en su Autobiografía son unos principios muy del XIX. La literatura, sobre todo la escrita por mujeres, está donde está gracias a que otras mujeres burguesas o no, más o menos cursis, abrieron camino. Por eso, trascendiendo su obra, me ha fascinado llegar a entender mejor a esta reconocida escritora desde su educación, escritura y, por supuesto, su robusto estómago inglés.

El reino de los hombres sin amor de Alfonso Mateo-Sagasta

La novela histórica utiliza la gastronomía para ambientar al lector en una época y cuando está bien ligada, la lectura es un gustazo. Pero si además el protagonista es un tipo de pico fino y tan enamorado de los platos de la cocinera como de su ama, pues placer asegurado totalmente. Este es el caso de Isidoro Montemayor, el protagonista de «El reino de los hombres sin amor», que desde las primeras páginas no deja de entrar en la cocina de María (la cocinera de la marquesa de Cameros) atraído por el aroma del bacalao hecho en «una especie de guiso de manjar blanco muy suavemente espaciado».

Y es que en la casa de la marquesa se come bien —civet de liebre con arroz—, aunque  en el camino, a veces, no tanto. Algunos días, solo lo que hay en la alforja: tasajo, pan duro y queso. En las tabernas y ventas, un plato de bacalao al ajo, olla podrida o unas uñas de vaca.

Sin embargo, esas uñas, aunque muchos las disfrutaban, en un mal día por muy hambriento que se esté solo saben a «tierra» y los garbanzos a «serrín». Aquí uno de los símbolos más humanos, nuestro cambio de la percepción de los sabores según nuestro estado de ánimo. Y es que lo maravilloso es encontrarnos con el plato que te haga olvidar la tristeza. Pero eso, ni ahora ni antes, es tan fácil.

El reino de los hombres sin amor es una novela también llena de detalles médicos, de cómo remedios ahora absolutamente ilógicos eran seguidos a pie juntillas en la época e incluso pagados a muy buen precio solo por los poderosos. Entre las prescripciones médicas, también aparecen las tan antiguas de la comida. A López Madera roído por la sífilis médico le había recetado «gallina guisada, caldos de ave, pistos, huevos pasado por agua,…», pero viendo el final tan cerca, se pasó por ahí mismo las normas.

La comida de la calle del siglo de Oro en Madrid también tiene sitio en la novela. Son las empanadas de liebre las que animan una mañana de mercado, pero «estaban tan especiadas que igual podían ser de gato que de rato». En estos puestos ambulantes, llamados también mesones o bodegones de puntapié, además de comida también se vendían bebidas como el aguardiente.

El desayuno es lo que más llama la atención: Micaela chocolate con picatoste e Isidoro aguardiente con letuario (frutas glaseadas) o vino con torreznos. Pero tan pronto se está arriba como se queda uno en la calle sin nada y es que «los pobres ni pueden hacer planes ni tienen futuro». Y en la calle, la conversación que no cambia:

—Nos abrasan a impuestos para pagar sus fiestas (la de la monarquía española).

—Deberían gravar con impuestos los pescados frescos, las carnes finas de caza, los corderos, las terneras y el aceite de ballena. Pero no, marcan la sisa sobre el vinagre, la carne de oveja y hasta las velas de sebo.

Los guiños gastronómicos son solo una pequeña parte de esta novela llena de lecturas, entre las que me quedo con las críticas a la corrupción por parte de los «hombres de Estado» desde que nuestro reino de España es nuestro reino.

«A Lerma se le podría culpar de muchas cosas, pero jamás de la tacañería con los fondos del patrimonio del Estado».

También la crítica alcanza a la Iglesia y me quedo con un hecho que está documentado que indica cómo esta institución se perdía en grandes asuntos:

—Por cierto —preguntó doña Luisa—, ¿se han puesto ya de acuerdo en si el chocolate es comida o bebida? ¿Quebranta o no quebranta el ayuno?

—Interesante tema, doña Luisa —comentó el fraile mojando un bizcocho (en su chocolate) —. Se han dicho muchas cosas, pero el papa Pío V declaró claramente que era un líquido. Claro, que León Pinelo puntualizó luego que el chocolate no quebrantaba el ayuno, pero sus aderezos…—explicó alzando el bizcocho—.

Y para grandes males, grandes soluciones, también en el Siglo de Oro:

— ¿Conoce a alguien que no encuentre justificado robar a un banquero?

Por cierto que desde entonces, se forjó también otro de los pilares de nuestro reino, la pobreza del escritor:

«Es la necesidad la que le hace escribir. Nosotros debemos rogar al cielo para que lo mantenga en ella, de modo que la pobreza le estimule el ingenio y nos enriquezca a los demás con sus obras».

«El reino de los hombres sin amor» de Alfonso Mateo-Sagasta es una novela en la que seguir las aventuras de Isidoro y sus desvelos amorosos por una dama, y en la que a falta de sexo, buenos son sus sabores y sinsabores.

Yanet Acosta con el músico Luis Antonio Muñoz (izqda) y el escritor Alfonso Mateo-Sagasta

Yanet Acosta con el músico Luis Antonio Muñoz (izqda) y el escritor Alfonso Mateo-Sagasta

Alfonso Mateo-Sagasta es escritor de novela histórica y amigo. Ayer presentó en Madrid su última obra: El reino de los hombres sin amor inspirada en el siglo de Oro español y protagonizada por Isidoro Montemayor, el personaje principal también en sus novelas Ladrones de tinta y El gabinete de las maravillas.

Durante la presentación, en la que fue interrogado por la autora de novelas policiacas Alicia Giménez Bartlett, el escritor desveló su receta personal para cocinar una novela histórica. Aquí algunos de sus trucos:

La novela histórica te debe hacer viajar a esa época.
Por ello el autor utiliza recursos como la descripción de un viaje de Burgos a Hendaya, que actualmente tomaría una hora en coche, pero que en el siglo XVII ocupaba más de un mes. Se trataba de un viaje infernal, sin hoteles ni restaurantes por el camino, por lo que había que arrastrar a muchos sirvientes que prepararan lo necesario. También había que contar con una estrategia para tener los suministros de comida suficiente. Por ello, en muchas ocasiones, el paso del rey por cualquier lugar en esta época era una auténtica ruina, porque se lo comían todo.
La Historia es una recreación personal. Yo la tomo con mucha ironía porque todo es discutible.
Para el escritor el humor es fundamental para recrear tiempos pasados. Además, asegura que hay momentos en los que la ironía sale sola porque describir situaciones como las que se vivían en aquella época son ahora una absoluta locura por lo que hay que mirarlas con humor.
La enfermedad como constante.
La enfermedad era una constante en siglo XVII y la humillación de terribles enfermedades llegaba a todos por igual, tanto al pueblo como a los jerarcas. La gente arrastra sus miserias como puede y esta situación es otro de los elementos que hace viajar al lector hasta esa época histórica.
La caricatura y los personajes.
En la novela aparece un gran número de personajes y para conseguir que el lector los recuerde, el escritor opta por la caricatura de muchos de ellos con grandes narices o culos desproporcionados.
La crítica desde la Historia a la actualidad.
En la Historia se encuentran situaciones como las que se viven en la actualidad y remarcarlas vale de crítica. Por ejemplo, la burbuja inmobiliaria tan actual en España, dice el autor que se inició con el Duque Lerma en 1601 cuando se llevó la Corte a Valladolid tras comprar terrenos allí que luego vendió a precio de oro.
Con esta receta de cómo cocinar una novela histórica comienzo la lectura de El reino de los hombres sin amor, una historia, en definitiva, afirma Alfonso Mateo-Sagasta, de amor.

El reino de los hombres sin amor de Alfonso Mateo-Sagasta